Que yo recuerde, la oposición a los gobiernos del PRI y del PAN siempre fue más inteligente, consistente ideológica y políticamente y más organizada, aunque a veces era pequeña. Cuando salía a las calles o a las plazas públicas, levantaba demandas que el pueblo reconocía como justas, a veces utópicas. La izquierda histórica, que se formó al lado del magonismo y durante la revolución, en el Partido Comunista Mexicano a partir de 1919 y más tarde la izquierda electoral, se ganaron el respeto de la gente porque tenía claridad en sus planteamientos programáticos. Ponía en el centro de sus acciones, las demandas de los trabajadores, sus prestaciones laborales, la lucha contra el charrismo sindical y la reivindicación de los derechos políticos de la gente.

Por muchos años el régimen les impidió expresarse en las calles o en las plazas públicas. Esto hizo que varios grupos voltearan la vista hacia la lucha armada, a la clandestinidad y a poner en práctica otras formas de lucha para no dejar de lado su razón. Cuando esto no les funcionó a las izquierdas, volvieron a encontrarse con los obreros, con los campesinos, con los jóvenes y con amplios sectores del pueblo. Hablaron con ellos, les hicieron ver los porqués de la lucha, las causas de sus movilizaciones y el sentido de sus protestas. Décadas duramos organizando a la gente y ésta entendió que podía ser ella misma la que haría posible una nueva revolución convirtiendo su quehacer en grandes movimientos de masas en los que participaron muchos revolucionarios que habían muerto en el camino.

El trabajo, el programa y la organización fueron los elementos que definieron el crecimiento de los movimientos de los obreros, campesinos, de los maestros, ferrocarrileros, médicos, estudiantes y el pueblo en general. Volvimos a salir a las calles y reconquistamos las plazas públicas. Así sucedió en el 56, 58, 68, 71, en el 2006 y en años posteriores. El histórico plantón que el pueblo hizo en el Zócalo y en las avenidas Juárez y Reforma de la ciudad de México como protesta por el fraude electoral del 2006 contra López Obrador, fue un movimiento popular que cimbró las estructuras del poder e impuso una forma masiva de hacer política y de protesta pública contra los gobiernos autoritarios. Esa histórica acción, representó el ejercicio de las movilizaciones masivas, pacíficas y organizadas en el escenario de la política.

Estos grandes movimientos del pueblo sembraron la posibilidad de acceder al gobierno y logró conquistarlo en forma pacífica el 1º de julio del 2018. Los que fueron derrotados en esta contienda electoral no quedaron conformes con la pérdida del gobierno y de sus privilegios. Empezó la resistencia y a dos años de distancia operan sin programa, sin organización y sin liderazgos. Hoy estamos asistiendo a un espectáculo dirigido por titiriteros, por personas y grupos de poder que pagan para mostrar una fuerza que no tienen. Sus carpas vacías o llenas de con sus empleados o por indigentes, dan pena ajena. En sus angustias y desesperaciones recurren a lo que queda del clero cristero. Curas y rezanderos con los símbolos religiosos en mano, pretenden recuperar los espacios que ahora, dicen, los controla el satánico presidente Andrés Manuel López Obrador.

Qué contraste tan grande hay entre el movimiento popular que rodea de apoyo al presidente y el papel que juegan los frenéticos que se han instalado en el zócalo con casas de campaña llenas de nadie. Su neurosis apenas da para reunir a varias decenas de acarreados y a varios rezanderos vulgares que agravian a los auténticos poseedores de su fe religiosa. Curas que adoctrinan en el nombre de cristo a los títeres encabezados por el demente de Gilberto Lozano y los seguidores que solo repiten las sandeces de su jefe. Sus protestas han sido puestas al descubierto. Por más que los medios convencionales les han dado cuerda, la verdad es que su líder ha abandonado a sus seguidores y el ánimo de sus huestes anda por los suelos. El repudio del pueblo contra estos desquiciados se está extendiendo a todas las entidades del país. Estamos en su contra por irracionales y por enfermos de rencor contra los programas del pueblo. Sus locuras son evidentes. No han entendido que hemos despertado de la pesadilla que significaron décadas de explotación y castración de derechos por todos los gobiernos anteriores. Hoy, lo quieran o no reconocer, ya no es el tiempo de los titiriteros, ni de cristeros fanáticos o golpistas desquiciados. Tenemos un gobierno del pueblo apoyado por el pueblo. Las carpas vacías, señores de FRENAA, solo son el reservorio de los rencores esquizofrénicos del hampa de la política. ¡Ustedes son el justo retrato!