Cuando Reyes nos educa en el sentido que la Ética está orientada por las disciplinas que conducen al bien y nos advierte de que los enemigos de la libertad se aprovechan de ella para perjudicarnos, deja en nosotros un punto de partida, para salirnos de las teorías que sobre la Ética no enseñan los tratadistas. 

Para muchos basta con conocer la idea del bien, como lo expone Aristóteles, al hablar del bien último, que pudiéramos traducir ahora como el bien de la humanidad; posiblemente pudiéramos pasar a considerar el bien espiritual como el bien último; pero ello nos llevaría a muy complejos e intrincados problemas.

Se piensa que es mejor, en cuestiones de Ética, saber que no solamente se ha de entender el bien y el mal, sino que frente a un bien puede haber un bien mayor y frente a un mal puede haber un mal mayor. De manera que si la prudencia como virtud tiene la característica de formarnos la actitud de valorar nuestras decisiones como buenas o malas y tomar de ellas las mejores; entonces lo que requerimos, para juzgar un hecho es algo práctico que determine si una decisión fue buena o mala.

Como algo práctico la tradición nos trae, en las Fábulas de Esopo, una ilustración muy atinada, cuando nos habla del campesino que  atrapó una Zorra que le robaba las gallinas. Este al querer imponerle un castigo ejemplar le unta aceite en la cola y le prende fuego. Cuenta que la zorra corrió por toda la tierra de labor y el campesino sufrió al ver cómo cada una de las gavillas de maíz se estaban incendiando. Hasta aquí la imagen que nos deja este relato es que el sufrir un mal, no podemos sin reflexionar generar un castigo del que surja un mal mucho mayor. ¿Cierto?

Lo que apreciamos nos hacer ver que la ética no solo se entiende con los tratados de especialista; sino que forma parte de nosotros, porque está acompañada de actos de razonamiento  pero también de un cierto sentimiento.

No voy a hablar de que exista una crisis en el periodismo, por el hecho de que  el Diario Francés se exceda y haga estallar en su contra la violencia de una secta religiosa, ni voy a juzgar a la prensa de la nación porque esté o no arropada por esa misma crisis; ni diré nada sobre el hecho de que han utilizado la liberad apartándose del bien y la virtud; porque creo que eso solo pueden hacerlo los actores sociales dominantes de una nación o de las naciones del mundo.

Sin embargo cuando vemos el protagonismo de Aristegui, al ensañarse con la primera dama, al "descubrir" corrupción en lo de la Casa Blanca y luego al nublar las razones de la señora quien explica cómo fue obtenida dicha residencia. Cuando vemos también que las redes se duelen del despido de los periodistas que apoyaron a la señora Aristegui en su  protagonismo; nos deja claro que hay una cuestión  en el sentido de saber que tan ética es la conducta de Aristegui o que tan ético es el despido de los periodistas que colaboraron en esa intriga, por decir así.

Posiblemente el placer de Aristegui por el daño a la imagen presidencial, sea un éxtasis para su soberbia. Posiblemente su satisfacción por lograr con ello el aprecio o reconocimiento de los adversarios políticos del presidente, le den tranquilidad. Posiblemente crea que es inmerecido el despedido de  los que la convencieron de hacer tal publicación.

Ya visto lo de la fábula, cualesquier persona puede entender que si Arístegui, con su noticia y comentarios editoriales, se arroja el derecho de castigar en la dignidad a la Primera Dama y con ello dañar la imagen del  presidente; entonces con ese castigo  ha incendiado la desconfianza en los inversionistas del mundo y con ello se hicieron cenizas las mejores posibilidades de las inversiones que servirían a miles o millones de mexicanos.

Para ella y su equipo nada importó que millones de mexicanos quedáramos sin los beneficios que se generan con las grandes inversiones internacionales.

Es posible que la empresa haya entendido el gran daño a la nación y al menos, si no puede evitar sus efectos, no quiera que se repitan. Ello es un acto de prudencia, pues repetir una gran maldad, no tiene nombre, y menos  lo tiene cuando no hay castigo.

Es tiempo de que los grandes actores sociales, se pronuncien sobre estos hechos, pues las redes obedecen a los sentimientos que les generan los especialistas que controlan la manipulación de la opinión pública de las tendencias políticas, moviendo los sentimientos y opacando la razón; pero los actores sociales son más orientados a la razón y al control de los sentimientos que les puedan hacer tomar malas decisiones.

Esperemos que éticamente el pueblo entienda esta cuestión y comprenda que el mal a muchos generado por un castigo injusto o derivado de un mal menor es una decisión imprudente y sin virtud.