Durante décadas, el 1 de septiembre era el día del Presidente. Como piedra angular del viejo modelo autoritario, la liturgia política rezaba que el titular del Ejecutivo aprovechaba el escenario, que dócilmente le concedía el Congreso, para mostrar sus mejores dotes oratorias, en un ejercicio alejado de una verdadera rendición de cuentas.

El advenimiento de la democracia nos llevó al otro extremo. El trato agresivo que recibieran Fox y Calderón redujo al Informe de Gobierno a una simple entrega documental, donde el secretario de Gobernación cumple con el trámite en un evento estrictamente formal.

Ahora, toda la atención política se concentra en un evento que se realiza fuera de las instalaciones legislativas, evitándose de esa manera escándalos y protestas. El mensaje que brinda el Presidente es el que se lleva los reflectores mediáticos, en coordinación con la campaña de difusión que se diseña desde Los Pinos.

Más allá de los anuncios en política social o nueva infraestructura, el Segundo Informe del Presidente no puede entenderse si se desvincula del Pacto por México. Las 11 reformas aprobadas son sin duda el plan de ruta que esta administración ha decidido seguir, determinando la valoración pública del primer tercio del gobierno y el futuro de los próximos cuatro años.

Al apostar por las reformas, Peña Nieto renunció a cobijarse en las inercias de sus antecesores, rompiendo el mito de que el Presidente estaba condenado a ser rehén de las diferencias con el Congreso. Este ambicioso lance significó una negociación sin precedente que por sí misma es un logro que no debería menospreciarse.

La apuesta reformista del mexiquense está constantemente censurada por la impaciencia de sus críticos y la desesperación de grupos sociales, que quisieran resultados instantáneos ante problemas que se vienen agudizando durante los últimos 25 años. Esto se refleja con claridad en las encuestas que manifiestan que el Presidente ha visto mermada su popularidad como consecuencia de la obra negra de los dos primeros años.

A pesar del pesimismo de muchos y de los incentivos perversos de quienes se ven afectados por los cambios, Peña Nieto ha mantenido con disciplina su convicción reformista, sin ceder a las voces que diariamente lo quieren entregar en los brazos del populismo. El mantra de este gobierno se fundamenta en la creencia de que a pesar de los costos no podría avanzarse en temas estratégicos si no se eliminaban primero barreras que han detenido desde sus cimientos al desarrollo del país.

La inversión política que trae consigo el reformismo peñista entraña una apuesta de mediano y largo plazos que no es vistosa ante la impaciencia de la población que vive a diario problemas tan graves como la inseguridad, el desempleo o la migración constante a Estados Unidos. Es una suerte de ?caminata en el desierto? que se sustenta en la convicción profunda de que al final del día se encontrará el tan anhelado ?oasis?.

Hace dos años hubiera sido impensable imaginar que el Presidente sería capaz de procesar un paquete de reformas tan profundas, que ahora se han materializado en grandes cambios a la Constitución y a sus leyes reglamentarias. Peña Nieto puede sentirse satisfecho por su capacidad para construir acuerdos. De la misma manera, el Congreso debe compartir el crédito en ese esfuerzo.

 

BALANCE

El 2° Informe presidencial pasará a los anales de la historia como la crónica pública de las reformas estructurales. 2013 y 2014 serán recordados como años donde la democracia mexicana logró romper la sequía de acuerdos, a través de un mecanismo de concertación política conocido como el Pacto por México.

Con las reformas aprobadas y el proceso electoral de 2015 cada vez más cercano, el Presidente y su equipo enfrentaran el enorme desafío de aterrizar los cambios pactados, en un ambiente político hostil y ante la creciente demanda por resultados inmediatos. Peña Nieto ha actuado con paciencia, tolerancia y sagacidad para negociar con sus adversarios, ahora deberá demostrar que es un político eficaz para materializar las reformas. Sin duda, viene lo más difícil.

                Twitter: @pacoguerreroa65