A partir del primero de agosto se incorporan formalmente los tres nuevos partidos políticos, el de Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), Encuentro Social y el Partido Humanista, al acceder a los derechos que les otorga la Constitución y la legislación electoral, así como las obligaciones inherentes a su condición de partidos con registro nacional.

Contar con financiamiento público y tiempos oficiales en radio y televisión, tener un asiento en el Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE) y próximamente en los 32 Consejos Locales y en los 300 Consejos Distritales del propio INE, en los 32 Organismos Públicos Electorales Locales, así como sus respectivos Consejos Distritales y Municipales, además de otras Comisiones y Comités en los respectivos órganos electorales, y en su caso, las prerrogativas que les correspondan en cada entidad federativa, son algunos derechos que en principio tendrán que demandar y ejercer.

Con estas 3 nuevas organizaciones políticas se completa la decena  actual del espectro partidario mexicano  nacional, con el PAN, el PRI, PRD, el Partido Verde, Movimiento Ciudadano, el Partido del Trabajo y Nueva Alianza.

Si tomamos una definición de sistema de partidos en una democracia, como el espacio de competencia leal entre los partidos, orientado hacia la obtención y el ejercicio del poder político, y considerando el papel de instancia mediadora de comunicación entre la sociedad y su gobierno, es pertinente y oportuno preguntarnos si la decena partidaria mexicana cumple con ese cometido.

Las principales funciones de un sistema de partidos son: la confrontación de opciones políticas e ideológicas, en un plano de pluralidad, respeto y tolerancia; la obtención legítima de cargos y puestos de representación y de gobierno; y el ejercicio democrático y legítimo de las facultades legislativas y ejecutivas.

En la medida que el sistema de partidos cumple con esas funciones y que sea un buen canal de comunicación entre la sociedad y el gobierno, se justificará su existencia.

Bajo esa perspectiva y con esas premisas, es cómo podríamos realizar la reflexión de si el sistema de partidos del México actual es el adecuado o no. Analizando cada partido en particular y el sistema en su conjunto, y no solo con la simple premisa del número (que casi siempre es por donde se empieza y muchas veces también termina la crítica, generalmente concluyendo de que son muchos) y que cuestan mucho al erario público.

El más reconocido politólogo de los sistemas de partidos, el italiano radicado en Nueva York Giovanni Sartori, los agrupó en 4 grandes sistemas en una democracia: de partido predominante, bipartidista, de pluralismo moderado y de pluralismo polarizado; en función de diversas variables, como sus triunfos electorales, los que sin triunfar tiene posibilidades de aliarse para constituir coaliciones de gobierno, los que sin posibilidad de conformar coaliciones gubernativas tienen la capacidad de ejercer un nivel significativo de intimidación política, entre otros, dentro del contexto político, social y cultural en cada caso.

El sistema partidario mexicano actual se ubica en el pluralismo moderado, con 3 partidos grandes (PRI, PAN y PRD) y un variable número de partidos menores (que ahora son 7) que generalmente se acercan a la órbita del PRI (PVEM y Nueva Alianza) y del PRD (PT y Movimiento Ciudadano) (en las últimas elecciones el PAN ha participado solo). Por prohibición legal los 3 nuevos partidos no pueden realizar coalición en su primera elección, pero los que sí la pueden hacer, de cualquier forma tienen que demostrar fehacientemente su capital electoral.

Recordemos que se aumentó el umbral para conservar el registro, acceder a prerrogativas y a cargos por representación proporcional al 3% de la votación  nacional, por lo que varios partidos seguramente tendrán dificultades para alcanzarlo en 2015.

Y la fórmula para otorgarles financiamiento público y tiempos en radio y televisión ya no depende del número de partidos, por lo que sí son más, como es el caso en este momento, eso no se traduce en mayor costo del erario público federal.

Un mayor número de partidos no es relevante, y la capacidad para cambiar o redefinir el sistema de partidos finalmente la tenemos los ciudadanos con el voto.