Los sucesos de Michoacán rebasaron el asunto de la seguridad pública para escalar en un asunto que afecta las variables macroeconómicas del país.

 El conflicto originado por la pérdida del gobierno de Felipe Calderón del territorio de Michoacán y Guerrero y con ello el control del narco del puerto estratégico de Lázaro Cárdenas, en complicidad con los gobiernos estatales del PRD, dieron paso a una separación de facto de un estado de la República Mexicana, al estar controlado  por grupos delincuenciales que establecían las reglas no sólo políticas, sino económicas de la región.

 El aumento del limón trajo consigo la aplastante realidad sobre los informes cándidos del gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, y sobre sus cálculos de la inflación, ya que según él en febrero se registró una inflación con tasa anualizada del 4.3% y esperaba que regresara a su meta del 3%, teniendo un pronóstico  por arriba del 4% en los primeros meses del 2014 y que comenzara a ceder más adelante en el año. http://goo.gl/Ur8DNz

 Sin embargo, el Sistema de Información Agropecuaria (SIAP) y la Confederación Nacional Campesina (CNC) nos hace ver una realidad más dura con el aumento de limón y cebolla.

 Este organismo había reportado un aumento del precio del limón de 68% y de la cebolla de un 9.11% durante todo ese mes y había reportado un aumento de 0.25% en el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) para una inflación a "tasa anual" de 4.23%, menor al 4.48% del mes anterior.

 Además, la CNC y el SIAP reportan los siguientes aumentos:  el azúcar de 15 pesos el kilogramo a 32 pesos. La cebolla  aumentó en un 100% y pasó de 15 a 31 pesos el kilogramo y el jitomate de 7 a 12 pesos el kilogramo.

 El aumento de estos productos indica un proceso de hiperinflación, si no ha estallado más es por el estancamiento de la economía y no por un control de la inflación.

 Aunque se tomaran en cuenta sólo los números del señor Agustín Carstens, México sigue teniendo la mayor inflación entre los países la OCDE http://goo.gl/AnxDnD .  Entonces, ¿de qué sirve restringir el consumo de la población al mínimo, si no logran siquiera sus mezquinas metas económicas?

 Este proceso de hiperinflación no se debe a un proceso de inversión masivo del gobierno en las fuerzas productivas, sino a la cooptación de éstas por el crimen organizado.

 El daño hecho por el crimen organizado afecta completamente el esquema macroeconómico del país, que durante las décadas del neoliberalismo estuvo en manos de economistas de “altura científica” (ajá) pero las fuerzas reales del poder secuestran toda una industria desde su producción, recolección, distribución y comercialización, como lo hacen los Caballeros Templarios con el limón, y ahora hay indicios que algunas autodefensas hacen lo mismo para financiar sus acciones.

 El gobierno federal debe estar atento a esta cuestión, porque ya le está pegando no sólo en el control del territorio, sino de la administración misma del país, mientras más corra el tiempo, mayor será  el desajuste en la macroeconomía y con ello vendrán acciones dolorosas para la población.

La cuestión de Michoacán ya no pasa por los tiempos políticos, sino por las urgencias económicas, que no reparan en discursos, sino en acciones cuantitativas que se reflejan en el éxito o fracaso de una política económica.

El dogma de preferir el control de la inflación por encima del gasto público para incentivar la producción, está estrellándose por algo que generó indirectamente: el control de la delincuencia organizada de las fuerzas productivas y con ellas el señor  Agustín Carstens no podrá negociar.

Además, recordemos que las protestas sociales no comienzan por las ideas revolucionarias, sino por la escasez de bienes básicos, eso lo supo bien Francia en el siglo XVIII, lo sufre Venezuela en la actualidad, en México el narco ya controla varias vías de comunicación, el hierro, el aguacate, el limón. ¿Qué pasará si controla el maíz? Eso no podría disfrazar con la alquimia económica, ni con los discursos políticos.