Modernización, eliminar el déficit e incrementar nuestra producción, sin lugar a dudas fueron las palabras claves de los encabezados en los periódicos que cubrieron la primera ronda de negociaciones para actualizar el Tratado de Libre Comercio entre América del Norte (TLCAN o NAFTA -sí usted habla inglés-). Washington fue la sede de la primera de seis -podrían ser nueve- rondas donde se busca revitalizar el acuerdo comercial en el bloque más grande del mundo y que hoy representa más de 17 billones de dólares.

“Y eso ¿en qué nos beneficia a usted y a mí?”, “de seguro es una cortina de humo del Gobierno para meternos otro impuesto”, “¿Para qué renegociarlo? Si seguimos peor que antes”, “El modelo neoliberal, clasista, asfixia al pueblo”; fueron las consignas que realmente vi, leí y escuché de muchas personas. Pero el TLCAN es un acontecimiento que a usted y a mí nos debe importar más de lo que se imagina.

Desde la firma del TLCAN original en 1992 y su entrada en vigor en 1994, el comercio de México con el principal mercado del mundo se aceleró. Exportamos manufacturas como: electrodomésticos, automóviles y autopartes, alimentos y petróleo; del mismo modo compramos: tecnología, gasolinas y alimentos. Nuestra vida tal cual la conocemos hoy en pleno 2017 no es la misma que podemos recordar antes de iniciar el segundo milenio de nuestra era.

Muchos son los críticos del modelo económico que se ha implementado, y por lo tanto de los acuerdos comerciales que tiene nuestro país. Muchos dicen que el gran problema de la distribución inequitativa de la riqueza tiene su origen con la entrada del TLCAN, pero veamos en números, ya que gracias a este tratado somos la 14a. economía mundial y somos el primer polo de atracción de Inversión Extranjera Directa en América Latina, así como la principal plataforma logística de distribución: ya sea al norte, centro y sur de nuestro continente, así como al oeste con Asia y Oceanía y este con Europa y África. 

México fue a la negociación con una agenda clara y precisa, basada en cuatro premisas:

*Fortalecer competitividad de América del Norte.

*Avanzar hacia un comercio inclusivo y responsable

*Aprovechar las oportunidades de la economía del siglo XXI y

*Promover la certidumbre del comercio e inversiones en América del Norte.

Aunque en esta primera ronda se centró en la entrega de cada país de la propuesta de integración del Acuerdo Comercial, lo que es de resaltar es la disponibilidad de cada Estado en seguir el diálogo para encontrar los puntos de máximo beneficio entre cada nación. Existen puntos que serán los que más cuesten ponerse de acuerdo como:

1.La reducción del déficit comercial entre Estados Unidos y México.

2,La discusión salarial que proponen Estados Unidos y Canadá a México, la cual por ser baja los pone en total desventaja competitiva;

3.Promover nuevas Reglas de Origen sobre los productos.

4,Eliminar el Capítulo 19 sobre la resolución de conflictos, ya que la norma actual puede considerarse invasiva a la soberanía de cada Estado.

5.La movilidad de capitales financieros y humanos y

6.El comercio electrónico.

Hoy podemos decir que la postura de México es congruente con la expectativa de los mercados. El peso se mantuvo estable y con crecimiento, así como las inversiones se incrementan y estabilizan. 

Sin lugar a dudas, las negociaciones del TLCAN habrán de implicar un aumento en la producción de nuestro país, el vender más pero a un precio justo, en abrir fronteras que hoy aún permanecen cerradas, pero lo más importante, en crear una nueva relación para que cada familia; ya sea estadounidense, canadiense o mexicana al consumir un producto de esta región tenga la certeza que no compra por barato, sino por calidad.

Sin llegar a equivocarme los tres protagonistas de un nuevo ordenamiento económico mundial tienen nombre y apellido: Chrystia Freeland (Canadá); Robert Lighthizer (USA) e Ildefonso Guajardo (México).

Ahora sí, habrá que consultar si las profecías se harán realidad y aquí México inicia como una nueva potencia mundial.

Omar Gómez García.

@OmarGGar