Ayer por la noche, me comentó mi hermana Mónica que me estaban buscando para denunciar que cinco ecuatorianos iban a ser deportados injustamente. Venían nueve días de vacaciones, habían pagado un paquete con hospedaje y comidas y, contaban con 300 dólares por persona; además traían tarjetas de crédito. A pesar de ello, las autoridades migratorias mexicanas en la terminal uno del aeropuerto Benito Juárez, habían determinado que no traían recursos suficientes y habían decidido deportarlos la mañana de hoy, a las 5 A.M. para ser preciso.

El asunto no paraba ahí, los ecuatorianos habían sido intimidados y obligados a firmar un documento en que se comprometían a no volver a intentar ingresar al país.

Busqué por teléfono a Francisco Garduño sin éxito, como no contestaba, le envié varios mensajes por WhatsApp; él es el titular del Instituto Nacional de Migración. Pasaban de las diez de la noche y a pesar de múltiples intentos, nunca obtuve respuesta alguna.

Hice lo propio con Alejandro Encinas, subsecretario de Gobernación. Es la hora que sigo sin recibir respuesta. En ambos casos, les expliqué el motivo de por qué los requería: la injustificada deportación de cinco turistas ecuatorianos.

Busqué por internet el número de la Secretaría de Gobernación y fue imposible que contestara persona alguna, alguien debería estar de guardia. Intenté con el teléfono del Instituto Nacional de Migración: nulos resultados. Durante casi dos horas estuve subiendo mensajes a la redes sociales de Twitter y Facebook, señalando el atropello que se estaba cometiendo. Nunca recibí respuesta de las citadas dependencias. En algún momento logré comunicarme a un teléfono que, en teoría, era de las autoridades migratorias del aeropuerto. Me contestó una mujer planteándome como salida que hablara a la embajada de Ecuador. Por más que le expliqué que yo era mexicano y diputado federal, ella insistía que debía acudir a la embajada de Ecuador. Estábamos cerca de la medianoche, su planteamiento resultaba burocrático, insensible y absurdo. Le pedí hablar con su superior jerárquico a lo que respondió -después de una aparente consulta- que no podía atenderme.

No conocía y no conozco a los ecuatorianos, pero me parece terrible que cinco personas que han viajado, seguramente con mucha ilusión a conocer nuestro país, sean maltratados de tal manera. Yo, a los 17 años, viví la experiencia de ser deportado de los Estados Unidos, pero esa es otra historia, que compartiré en otro momento.

Decidí trasladarme a la terminal uno del aeropuerto donde seguían detenidos los ecuatorianos. Caía una lluvia fortísima; esperé a que amainara un poco para trasladarme al aeropuerto. Mientras tanto, hice contacto con mi compañero diputado Mario Delgado, quien finalmente pudo localizar a un funcionario del Instituto Nacional de Migración ya pasada la medianoche.

Cerca de la una de la madrugada, Antonio Millán, colaborador del Dip. Mario Delgado, vía telefónica; y un servidor, directamente en el aeropuerto, hacíamos gestiones para resolver el entuerto.

A mí me atendió una funcionaria de migración de nombre Rosy, quien fue sumamente gentil. Otro funcionario que parece estaba a cargo, de nombre Raúl, simplemente nos citó en la puerta 7 -las oficinas que atienden por la noche están en la puerta 10- y seguramente, ahí seguiría esperando a que me atendiera, si no hubiésemos resuelto por otra vía el problema.

Finalmente, Millán me comentó telefónicamente que los ecuatorianos iban a poder ingresar al país. Me fui a confirmar la información a las oficinas de las autoridades migratorias en la puerta 10 de la terminal número uno del aeropuerto.

Nuevamente muy amable, Rosy me comunicó con su superior jerárquico, un licenciado de nombre Patricio, quien me ratificó la información. El subdelegado iba ya en camino para atenderme. En realidad mi interés era resolver la injusticia y que los ecuatorianos ingresaran al país, así que le agradecí el apoyo prestado.

Ya para regresar a mi domicilio cerca de la una de la mañana, hablé por teléfono con el subdelegado, quien muy gentil me ofreció una explicación de lo sucedido.

Todo se resume a que sigue habiendo funcionarios que actúan bajo las maneras del antiguo régimen, con arbitrariedad y con falta de criterio. Había una persona sospechosa homónima entre los cinco ecuatorianos, pero cuatro de ellos tenían apellidos tan extraños que resultaba imposible que coincidieran con el de otras personas.

Relato lo anterior porque me parece inconcebible que compañeros de lucha estén ilocalizables y no respondan las llamadas y que, haya sido necesario acudir hasta la terminal del aeropuerto Benito Juárez para resolver el problema.

Me parece terrible también que se estén dando casos como el que estoy relatando, pues estos ecuatorianos tuvieron la suerte de que un ciudadano mexicano tuviera mi número telefónico pero

¿Cuántas personas no estarán siendo deportados día con día de manera arbitraria por las autoridades migratorias mexicanas?

Francamente hace falta una revisión y supervisión de cómo están funcionando las dependencias de nuestro gobierno. Es inaceptable que el compañero presidente López Obrador esté haciendo esfuerzos titánicos por modificar las cosas en el país y que quienes tienen responsabilidades públicas no colaboren en dicha tarea.

Quiero finalizar señalando que nunca enchincho a funcionario alguno. Que prácticamente nunca busco a alguna autoridad y que siempre que lo hago, es para coadyuvar a resolver problemas y no para pedir favores personales. Me indigna y me irrita mucho lo sucedido el día de ayer y por ello les comparto esta reflexión.

Gerardo Fernández Noroña.

México D.F. a 13 de agosto de 2019.