Quiero decirte lo que recuerdo del día en que nos conocimos. No sabía que podía volver a caer, perder todo lo que había ganado con tanto esfuerzo, pero así pasó. Ahora no tengo más que tratar de explicarte cómo llegué aquí, con qué intenciones hice lo que hice.

¿Te acuerdas de todo el frío que hacía ese invierno? Estoy seguro de que uno de esos días me escondí debajo de una mesa, nada más para intentar sobrevivir el gélido aire que me atacaba en todas partes, que infectaba todo; pero ahí estabas tú. Tus ojos sobre mí, pidiéndome una cosa estúpida que no recuerdo qué era porque, después de verte por primera vez, fue tu mirada la que se incubó en mí, llenándome de una necesidad que no conocía antes, regalándome un impulso que jamás había sentido.

Hablamos, reímos y yo no quería jamás salir de esa burbuja que creamos siempre que estamos juntos. Tengo meses sin verte, pero ese día en el hospital, afuera de la habitación de Omar, la volvimos a crear; y de estar peleados, odiándonos por lo que sí, yo hice, terminamos riendo, hablando del regalo que el vecino de piso de Omar le había llevado a su esposa. Un oso del tamaño de un pastor alemán, ¿te acuerdas?

Escúchame bien: yo sé que rara vez hago cosas que tienen sentido, peleo por cosas que no valen la pena, me rehúso a respetar las más sencillas normas, pero hay algo que sí sé cómo hacer. Amarte, o intentar hacerlo.

Tamy tiene años siendo una gran amiga mía, tú la conoces bien. El otro día me dijo fuera de toda broma:

?Sin Eva, tú no funcionas.

Y es cierto, todos lo sabemos. ¿Quién me va a decir que no corra desnudo por la calle? Desde que ya no me hablas lo he hecho y, nada más porque te quiero, te voy a dar un consejo: no vale la pena. Sí, te sientes como niño de seis años otra vez pero, ahora, un vecino mío está tratando de que me corran del departamento, y eso no es justo. Puede que no siempre huela bien o traiga ropa, pero siempre pago a tiempo. Y pongo dulces en Halloween para sus huercos.

Esta historia es demasiado bonita como para que una cosa así la rompa. Tú y yo tenemos una segunda parte. Cuando nos fuimos de fin de semana a las cabañas esas, tú y yo solos, fue mágico. Nos desvelamos la primera noche platicando, me contaste del reverendo patán de tu ex novio, y yo te prometí que jamás te trataría, así que aunque la nuestra no fuera una historia común, donde un par de amigos se vuelven novios o algún amigo en común metiche nos presenta, te prometí que lo que nos iba a unir siempre sería el amor. No la junta de adictos donde nos conocimos: eso es lo que nos ha separado, yo creo. Por que sí, volví a usar, recaí y todos dicen que es normal. Pero ahora estoy sobrio otra vez, de ti y del alcohol. Y sólo hay una parte ahí que planeo cambiar.

Sin ti, la vida no tiene ni nombre ni propósito; sin ti, me acuerdo todos los días el por qué del alcohol en mi vida.

Te extraño, Eva.

Adán.