En alguna ocasión, cuando estábamos en la Escuela Nacional de Cuadros del PRI, el Doctor César Camacho nos advirtió: "Si no cambiamos, nos cambian" y ello viene a colación los resultados del pasado proceso electoral en donde por vez primera el PRI perdió bastiones inimaginables, uno de ellos fue aquí en Veracruz. 

Existía la posibilidad de perder la gubernatura, pero los priistas veracruzanos hacía tres semanas antes de la elección era ya casi impensable. Sin embargo, todos nos preguntamos ¿Qué pasó el 5 de junio? ¿Por qué no obtuvimos el tan anhelado triunfo? 

Reza el dicho: "La victoria tiene tantas madres y padres, pero la derrota es huérfana". Claro que nadie quiere asumir su responsabilidad, es mucho más fácil culpar: si el Gobierno de la República y las impopulares reformas, si Javier Duarte y el desprestigio de un gobierno, si el propio Candidato y su equipo que no dejaban pasar ni el aire. Pero sin importar a quién o qué se señale, la derrota fue por traición y muy a pesar todos tienen razón: perdimos por traición. 

El mayor de los pecados que un hombre puede cometer, de acuerdo con los relatos de "La Divina Comedia", está la traición, esa que nos hicimos a nosotros mismos al alejarnos de los problemas de Veracruz, al cerrar los ojos ante el hartazgo y ser sordos ante las voces que claman justicia y paz. La traición se consumó y sé que estas líneas a muchos no les van a gustar y que tal vez me tachen de inexperto (puede que razón tengan), pero este es el llamado de atención que hace tanto nos hacía falta. 

Para muchos el episodio llena de tristeza, ya que los verdaderos priistas, aquellos que vivimos con la política, más no de la política no nos lo merecíamos. Pese a que nos cambiaron por no haber cambiado, hoy tenemos una nueva oportunidad. 

Los verdaderos priistas seguiremos de pie, caminando por un sendero sinuoso, pero es tiempo de llevar a cabo una reflexión profunda que incluya a todos nuestros militantes, dirigentes y quienes han obtenido algún cargo de elección popular, no debemos fallar a la confianza del más de un millón de personas que nos favorecieron con su voto, no podemos fallar a las generaciones que creen en nuestro partido y no podemos fallar de nuevo. 

El PRI necesita cambiar e inyectarse de sangre nueva, y nosotros deberemos reconstruir nuestro partido, darle vida porque donde hay movimiento, hay vida; y donde hay vida, hay más aún viveza. Y la viveza es agilidad y eficacia en la acción. Con movimiento, las personas y las organizaciones, adquieren fuerza; el movimiento crea fuerza y la fuerza crea progreso. César Camacho