Yo estoy seguro que existe algo superior a la raza humana, un poder creador que no alcanzamos a comprender. 

Lo que llamamos infinito, seguramente tiene un principio y un fin, y posiblemente seamos una partícula de esa inmensidad. 

Jesús el Galileo, quien estoy seguro es el que mejor entendía lo que tanto trabajo nos cuesta comprender, es desde mi particular punto de vista el camino para trascender a otros planos. He llegado a esta conclusión personal desde profundas reflexiones, armonizando mi alma, corazón y mente. Sin fanatismos religiosos, ya que no profeso ninguna religión, yo confió en lo que dijo Jesús: “Amar al prójimo como ti mismo”. Yo concibo esto como el principio  elemental de la justicia. Otras de las cosas que me quedan claras con el testimonio del Rabino Jesús, es que: hay que ser, no parecer y eso lo tenemos que tener muy claro, de otro modo se convierte en hipocresía, y ese nefasto adjetivó lo único que engendra en el corazón del hombre, es precisamente la injusticia. Por eso hay que estar convencidos de lo que somos y cómo lo sentimos, sin necesidad de hacer alarde. 

Insisto, no soy dueño de la verdad y esto que hoy les comparto es mi filosofía personal de vida. 

En la final del campeonato mundial del fútbol de ayer, me llamó algo poderosamente la atención, aunque ya me había dado cuenta de ello antes. 

¿Cuántas veces se persignaban los jugadores argentinos al entrar y salir de la cancha? Es una costumbre muy latina, muy de países católicos o cristianos, además muy respetable. Algunos he visto que se persignan hasta cinco veces, con una velocidad casi imperceptible, y digo casi, pero... siempre se nota. ¿Y si no se notara? ¿Perdería efecto el ritual de las veloces persignadas? ¿Y si la afición no ve la persignada ésta pierde efecto? ¿Están dejando a Dios con testigos de lo que ellos no serán capaces de hacer? Sigo con las cuestiones: ¿y si se encomiendan al creador todo poderoso en la intimidad de su corazón buscando en ellos mismos lo que necesitan para lograr su meta? ¿Para qué convencer a los demás si en un acto personal y secreto ya se han convencido de que Dios  está presente en su capacidad, ánimo y entrega? 

 

Cuando vi a Götze entrar a la cancha, le dije a mi esposa: ese joven va anotar el primer gol de Alemania, a eso va entrar a la cancha. Y no soy adivino, pero noté su radiante determinación, y estaba él tan convencido de marcar la diferencia, que lo logró. 

 

Argentina fue pues un honorable rival de los campeones, y también un digno subcampeón.

 

Dios no falla, Argentina... sí