Después de años de abundancia, este año se acabó la borrachera producida por los precios altos del petróleo y ahora viene la resaca donde el Estado mexicano tendrá que aprender a combatir su adicción a la renta petrolera. 

El recorte era inminente y sólo era cuestión de tiempo para que tuviera lugar. 

El primer ajuste al gasto público fue de 124 mil millones de pesos, de acuerdo con lo que anunció el viernes pasado el secretario de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray. 

Es lógico que el primer afectado por los bajos precios internacionales del petróleo sea Pemex, pero el recorte a la nueva empresa productiva del Estado debería ser dirigido a las extraordinarias prebendas que gozan los trabajadores afiliados al sindicato petrolero, presidido por Carlos Romero Deschamps. 

Recordemos que apenas en agosto de 2014 los legisladores federales aprobaron rescatar los pasivos laborales de Pemex y CFE, que significaron una carga mayúscula al erario público que tendrá que hacer frente a la deuda de los sindicatos de ambas empresas. 

En agosto del año pasado el pasivo laboral de Pemex alcanzaba 1 billón 119 mil millones de pesos, cifra diez veces mayor al recorte anunciado este viernes por Videgaray. 

El pasivo laboral de  CFE también es equivalente a cinco veces el recorte al gasto público en este 2015, pues supera los 500 mil millones de pesos. 

Queda claro que los pasivos laborales de ambas empresas se deben a las prestaciones que tienen sus trabajadores, superiores a los de cualquier mexicano, trabaje en el sector público o en el privado. 

Por eso ahora que estamos en tiempos de vacas flacas, en lugar de meter tijera a los proyectos productivos, como son las plantas de refinación (recordemos la cancelación de la refinería Bicentenario en Tula, que se cambió por reconfiguraciones a la infraestructura actual de Pemex), el Estado debería revisar los extraordinarios beneficios que tienen los trabajadores de ambas empresas. 

No obstante, sabemos que eso difícilmente sucederá, pues el sindicato petrolero sigue siendo un importante activo dentro del voto duro que construye la maquinaria priista. 

El primer golpe contra las finanzas públicas debido a la caída de los precios internacionales del petróleo está dado y, desgraciadamente, pegará principalmente a proyectos de inversión y en menor medida al gasto corriente. 

El gobierno federal, sin embargo, hace bien en recortar y no contratar deuda para financiar proyectos cuya viabilidad estaría en entredicho debido a que en el mediano plazo no se ve una recuperación de los precios internacionales del petróleo. 

Lo que hace falta es que el gobierno se enfoque en quitar grasa del abundante tejido adiposo que representa la burocracia federal y la nómina de trabajadores de Pemex y CFE. 

Si el gobierno federal quiere recuperar algo de todo lo que ha perdido desde el segundo semestre del año pasado, esta es una buena oportunidad.