El debate está abierto sobre votar o no hacerlo. En éste yo he aseverado y sostenido  que quienes promueven el abstencionismo benefician a Peña y a su partido, el PRI.

Esto ha generado un profunda irritación. Por ello voy a explicar primero el porque de mi reflexión, para que no sea sacada de su contexto, y después responderé a las múltiples descalificaciones.

He sostenido y sigo sosteniendo que la vía electoral  está cerrada para acceder a la presidencia de la República. Las reglas para la izquierda en una elección presidencial son: si pierdes pierdes y si ganas pierdes. Nos han robado la presidencia de la República en por lo menos tres ocasiones: 1988, 2006 y 2012.

Frente a esto, hay quien distorsiona lo que sostengo, al interpretar que la vía electoral está cerrada en general. Muchos muertos ha habido, sobretodo en el PRD, para abrir la vía electoral. Desde su fundación en 1989, el PRD ha aportado una enorme cuota de sangre de no menos de 600 militantes asesinados por exigir el respeto al voto en nuestro país.

A raíz de esa lucha firme y decidida, se fue abriendo el reconocimiento a triunfos electorales de la oposición. En 1989 el primer gobierno estatal le fue reconocido al PAN con Ernesto Ruffo.

Mucho se ha tenido que luchar para que se reconozcan triunfos en municipios, en estados y en cargos de representación popular. Es cierto, que en pleno siglo XXI, no se ha logrado el respeto al voto de nuestro pueblo. Cierto es también que millones participan en los procesos electorales y que luchan para que sea respetado el ejercicio de su voto.

Ahora bien, ¿Se logrará ese respeto al voto absteniéndose de votar? No lo creo,  ni percibo que sea el objetivo de quienes llaman a no votar. ¿En qué daña a Peña y a su partido, el PRI, el no votar? Esa es una pregunta que los abstencionistas deben contestar.

Por otra parte, en el contexto actual  ¿Cuál  sería el objetivo de votar?. Quiénes llamamos a votar no estamos planteando, yo en particular, que se vaya a cambiar el país mediante el voto en las próximas elecciones intermedias. Las elecciones federales se realizarán para renovar la totalidad de los 500 diputados de la Cámara Federal. Lejos estaría el país de poder transformarse con la renovación de la Cámara de Diputados. Lo más que podría lograrse, y lo veo poco factible, es tener una mayoría opositora que eche atrás la reformas neoliberales que Peña ha impuesto al país.

Para ser más puntual, yo llamo a votar para restarle poder al desgobierno de Peña en la Cámara de Diputados. Un objetivo modesto, viable y cuantificable.

Quienes llaman a no votar, en cambio lo presentan con grandilocuencia como una gran salida y el golpe fundamental a la legitimidad de las actuales instituciones del país. Como una muestra de repudio a una clase política corrompida y lejana a la población.

El planteamiento tiene varios lados flacos. El más reaccionario de todos es el hecho de descalificar a todos quienes participamos en política. Se acepta un discurso de la derecha despolitizador que frente a la corrupción e impunidad demostrada de las cúpulas del PRI y del PAN pretenden  meter a la izquierda y a todo actor político en el mismo saco. Cierto que a esta crítica le ha abierto la puerta la conducta colaboracionista de la cúpula del PRD.

Así es muy fácil endilgarles el epíteto de corruptos, vividores, y demás lindezas a muchos hombres y mujeres que desde la política hemos servido al pueblo de México. Ejemplos de políticos comprometidos hay una larga lista. No viene al caso citar los ejemplos concretos

de hombres y mujeres que han dedicado toda su vida al servicio de la gente desde la política. Son hombres y mujeres de carne y hueso, con virtudes y defectos, que algunos pueden considerar polémicos. Pero sin duda han dedicado su vida a servir al país y no pueden ser señalados con seriedad de corruptos, de asesinos, ni de traidores al pueblo.

Políticos y políticas no conocidos los hay de prácticamente todos los partidos que trabajan con principios y con seriedad y los hay por millones en el país, lo digo sin exagerar.

Así que volviendo al debate sobre votar o no votar, la descalificación ligera sólo sirve a la derecha.

Sumado a lo anterior, al llamar a no votar, se desalienta a participar a quienes no votarían por el PRI. Se permite un mayor margen de maniobra al desgobierno de Peña y evita a sus francos opositores a restarle fuerza mediante el voto canalizado a la oposición. 

Volverá el discurso descalificador planteando que no hay opción. No hay una opción general ciertamente. Es decir, no hay un partido de izquierda que se presente con la solidez y confiabilidad para representar una oposición firme en la Cámara. Habrá que revisar candidato por candidato en cada uno de los distritos electorales. Puede presentarse el caso que determinados distritos carezcan de una opción  confiable para votar. Pero aún en esta última situación, no se justificaría el llamado generalizado a dejar de votar.

Los padres de los normalistas desaparecidos en Guerrero, no están llamando a no votar (algunos padres en particular lo hacen, pero no es la posición oficial del conjunto). Su vocero ha sido enfático, en Guerrero no habrá elecciones. En Guerrero, donde los padres de los normalistas tienen fuerza y presencia, convocan a no permitir la realización de los comicios y ponen el ejemplo de lo que debería darse en una rebelión popular en todo el país. Evitar el desarrollo de las elecciones es una posición de fuerza y de rebeldía. 

Nada tiene que ver con llamar a no votar, que es una postura cómoda, sin mayor compromiso y sin mayor efecto en contra del sistema. Ya los oigo decir que todos los partidos son lo mismo.  Ese planteamiento no tiene matices, no tiene profundidad y es sumamente peligroso. Un golpe de Estado podría materializar sus sueños y sus planteamientos: desaparecerían los partidos, desaparecería el Congreso, desapareceríamos quienes nos dedicamos a la política y quedarían al frente los militares para hacer de Ayotzinapa, de Tlatlaya y de Apatzingán, algo más cotidiano de lo que ya es hoy en día, una terrible pesadilla de baño de sangre que vive nuestro país.

O podría no darse una dictadura militar, pero si una dictadura civil. Perú es un buen referente. Vivió un proceso similar cuyo desencanto de la población llevó a elegir a un absoluto desconocido: Alberto Fujimori representante "limpio" de la ciudadanía. El resultado por conocido es innecesario de reproducir y fue un absoluto desastre.

Lo que el país requiere es una profunda politización de su pueblo. Una rebelión no violenta que barra con todas las estructuras caducas y corruptas, y que construya un nuevo orden económico político y social. Ahí,  en la construcción de este nuevo país, cabemos todos. 

Hay quienes sostienen que por ser políticos nos hemos ensuciado. No es así. Tendrían que señalar puntualmente actos de corrupción o de traición al pueblo de quienes nos dedicamos a la política para descalificarnos de ese modo, pues a quienes hemos luchado del lado del pueblo, nuestros actos nos definen y nos dignifican.

Volviendo al viejo debate sobre la vía electoral, ahí esta el caso de Grecia, una izquierda muy comprometida con el pueblo llega al poder por la vía electoral. Nosotros en México debemos abrir esa vía para que se respete el voto en las elecciones presidenciales y no veo otro camino que la desobediencia civil. Adelanto que no votar lejos está de la desobediencia civil. De cualquier manera estoy cierto que no vamos a cambiar la posición de nadie en esta coyuntura electoral. Quienes no quieran votar, no lo hagan. Sólo quiero dejar en claro las responsabilidades que en su momento, a cada quien, nos serán reclamadas.

 

"El pueblo tiene derecho a vivir y a ser feliz".

Gerardo Fernández Noroña. México D.F. a 27 de enero de 2015