Los errores de redacción y ortográficos son males endémicos en nuestro país. En letreros caros o improvisados en cartulinas, hechos a mano o bien impresos, en mensajes publicitarios de firmas poderosas o en la tienda de la esquina, en todos lados encontramos errores garrafales que a veces mueven a risa o dan pena y nos hacen entender cómo anda la educación en nuestro país.

Hace unas semanas, Diego Salas, escritor xalapeño y profesor universitario narró en su cuenta de Facebook un ejercicio que asignó a sus alumnos del taller de Lectura y Redacción. Les encomendó imprimir letras ?h?, ?s?, ?c?, ?b? y ?v? e ir a las calles de Dios a encontrar, que no sería muy difícil, errores de ortografía y corregirlos con sus letras impresas. Cuando lo hicieran, debían tomarse una ?selfie? para llevar constancia de haber cumplido con la tarea. El resultado fue inesperado. ?La afrenta mereció que un herrero, al que le faltaba la ?h?, persiguiera con perros y un fierro incandescente a uno de ellos. A otra, la exiliaron de una ?poyería?, a otro de unos tacos de ?gisado?. Y así la persecución se extendió contra casi todos los que compusieron el error frente al autor original? cuenta Diego.

?Ahuyentados los transgresores, los propietarios, y supongo, autores intelectuales, procedieron a retirar las letras sobrepuestas, como si al borrar la corrección, al dejar intactos los errores de raíz, se borrara también la ignominia de haberse sentido ignorantes, incultos, parientes de presidentes de la república o diputados o vaya usted a saber qué cosa? añade el escritor.

Me pareció una excelente iniciativa didáctica, un verdadero laboratorio de la escritura, y no pude sino solidarizarme con los alumnos que pusieron en riesgo su integridad y su vida en nombre de la palabra. Estas cruzadas de la corrección del lenguaje se han llevado a cabo en otros lugares. Un grupo de jóvenes españoles lo hicieron hace poco en el Distrito Federal y los ?ofendidos? pidieron la intervención de las autoridades porque estos soldados esgrimían peligrosos acentos de papel para corregir las erratas que había por doquier.

Yo misma soy coleccionista de errores que después muestro en los cursos de Redacción. Hace poco en una casa de Xalapa se rentaba ?recámara para señorita amueblada?, supongo que eso ahuyentó a todas las que no llevaban bien puesto su menaje de casa. En un café internet donde también alquilan videojuegos anuncian en una vistosa manta la versión mexica de las consolas: etzbots. Hasta hoy, he tenido precaución de que los autores no me vean tomando fotos porque seguramente me iría como a los alumnos de Diego Salas.

Quizá forme parte de la condición humana negarse a admitir errores. Hay una especie de mezcla de furia y vergüenza cuando somos exhibidos, a veces por arrogancia o porque los demás suelen adoptar una postura de rectitud o sabiduría frente al que yerra. La crítica a la falta de lectura que mostró el Presidente quedó registrada de muchas maneras y fue de la admonición seria en una gran cantidad de textos de los géneros de opinión a la chunga de los ?memes? y chistes que se compartieron en las redes sociales, pero me consta que muchos que no leen ni una postal repetían las gracejadas con regocijo, arrogancia y desprecio.

Cuando preguntaba qué libros habían leído últimamente algunos admitían no haber leído ninguno, ?pero no soy presidente? se disculpaban. Otros de plano evadían responder. El hecho es que no nos gusta admitir errores y muchas veces esa negación nos lleva a insistir en el yerro, incluso hacerlo mayor antes que ser humildes.

Exactamente como hacen los políticos o los funcionarios. Cometen errores descomunales para intentar cubrir su falta de pericia, fraudes o encubrimientos y son capaces de hacer más grande la mentira antes de admitir una falla. Por eso los ciudadanos nunca recibimos realmente una rendición de cuentas decente. Quizá podamos vivir con un letrero que diga ?poyería?, lo importante es que no queramos hacerlo. Vienen las elecciones. Hemos visto que somos capaces de soportar a políticos indeseables, ojalá que rechacemos hacerlo.

ramirezmorales.pilar@gmail.com