En una columna reciente comenté la situación adversa que se presentaría para el país y la sociedad en caso de que no se atienda el problema creciente de la economía informal; concretamente por tratarse de seres humanos que no están construyendo una pensión para su retiro, ni el servicio médico, ni las demás condiciones de seguridad social que garantizan lo básico para una vida digna en la vejez.

A detalle, me interesé en el comentario de un lector. En el portal, el señor planteaba que si éste y otros tantos temas de fuerte impacto social no encontraban solución en las políticas públicas, empezaríamos a ver un alza en el índice de suicidios. 

Aunque enérgico el esbozo, supuse que el lector lo infería en la lógica de que las personas caerían en la desesperanza al verse sin bienestar después de lustros de trabajo.

Buscando algunos datos, me topé con que el desempleo es una de las principales causas de suicidios en México, sobre todo entre la gente joven. Sí, resulta que el 80 % se presenta en personas de entre 15 y 24 años de edad que carecen de empleo, o bien, entre adultos mayores de 45 años. Sin duda es un panorama preocupante.

Un país no puede permitir que sus jóvenes tomen tal decisión por la falta de oportunidades. Y claro, tampoco que lo hagan los adultos en plenitud. 

Siendo así la información, ¿se puede inferir que existe una brecha de apenas 20 años para lograr el éxito laboral y económico? Y que en caso de no lograrlo ¿la persona ya no tendrá alternativas dignas a las cuales aspirar? O bien, que si un joven no logra colocarse rápido en el mercado laboral, ¿habrá perdido su escasa oportunidad de pensar en el progreso? Son reflexiones de su columnista, pero creo que válidas en el contexto. 

Desconozco si el porcentaje comentado alcanza para ser catalogado como un problema de salud pública, aunque supongo que no, dado que no hay alguna campaña pública intensa al respecto. Empero, lo que sí se puede afirmar, y aun sin mayores estudios, es que el tema representa un problema para el tejido social de la nación. Y bueno, desde luego que ello no es algo menor.

México, nuestro gobierno, tiene que hacer algo para atender la situación. Reitero que no conozco si el tema ya sea una prioridad, pero en caso de no serlo, es imperante que se asuma como tal. Lo digo porque no es algo que se pueda dejar crecer, no es una situación en la que después se pueda dar marcha atrás.

Vuelvo a una dualidad sobre la que bastante he escrito, a la de mejorar la calidad de la educación; para que la población esté mejor preparada para competir y destacar en el mercado del talento; a la par de generar empleos con remuneración acorde a la línea de bienestar del país. Claro que no es algo fácil de lograr, pero sí lo mínimo a lo que todo estado debe aspirar.

Recién se publicó el Índice de Competitividad Global 2014 - 2015, un ranking de 144 países donde México ocupa la posición 61. Si tomamos en cuenta que la medición considera las condiciones económicas, políticas e institucionales de cada nación para determinar su nivel y potencial de productividad, podemos concluir que hay bastante tarea por hacer.

 Por el bien colectivo, ojalá que la comencemos pronto, porque enmendar el tejido social no es nada fácil. Y claro, tampoco es rápido.

 

Amable lector, recuerde que aquí le proporcionamos una alternativa de análisis, pero extraer el valor agregado, le corresponde a usted.

 

Con gusto recibo sus comentarios en Twitter: @oscar_ahp