Si se cree en el llamado neoliberalismo económico y político implementado en México al menos desde el gobierno de Salinas de Gortari -que se ha profundizado con el panismo y el actual régimen-, si se cree que la entrega al capital privado nacional y extranjero de los recursos estratégicos es una buena política y si se cree que el nacionalismo mexicano es un ?sentimiento? démodé o una ideología trasnochada, bien se puede gritar y celebrar este 15-16 de septiembre, cuando se cumple otro año más del inicio de la independencia mexicana, junto con la oficialidad y la formalidad comercial del hecho.

El mítico ?grito? de Miguel Hidalgo y Costilla no sólo significó el deseo y necesidad de independencia frente al colonialismo y la dominación extranjera, representaría en el futuro la posibilidad y la capacidad de ser independientes y autónomos frente a cualquier amenaza a la soberanía.

Si bien esta condición independiente y soberana ha sido acechada y agredida desde un principio sobre todo por parte de Estados Unidos y Francia, hoy los mecanismos de sometimiento han cambiado y parecieran estar incrustados en la propia nación. Pareciera que la capacidad de autonomía y soberanía se desgastan gradualmente en la medida en que el llamado neoliberalismo hunde cada vez más profundamente sus raíces y expolia a la nación en beneficio de sus implementadores trasnacionales.

En esta dicotomía, nacionalismo contra neoliberalismo, una fecha tan grave como la de la independencia del país, debiera prestarse más que a la euforia, a la reflexión. Lo que se ha hecho, lo que no se ha hecho y lo que se pudiera hacer en las circunstancias actuales.

Entregarse al simple rapto celebratorio, a la vorágine oficialista, al espectáculo televisivo interesado, no aporta nada trascendente y sólo dejará el vacío de siempre. Vacío donde cobran sentido las palabras de Octavio Paz en El laberinto de la soledad:

?Cada año, el 15 de septiembre a las once de la noche, en todas las plazas de México celebramos la Fiesta del Grito; y una multitud enardecida efectivamente grita por espacio de una hora, quizá para callar mejor el resto del año?.

Reflexionar o tirar cuetes, comer pozole y tostadas y embriagarse como si de veras se llevara y sintiera la nación en el torrente de las venas. Pozoles que abotagan, cuetes húmedos, banderas descoloridas del significado, gritos afónicos, sones monótonos, borracheras de dolor y olvido.

¿Qué se quiere en México, qué se quiere de y para México?

 

P.d. Y el Zócalo es ya una zona militarizada, perdida, permanentemente encapsulada.