?Gobernar es rectificar?, dijo Confucio. El señor Eduardo Sánchez, vocero de Enrique Peña Nieto, dijo que el gobierno federal asume la responsabilidad de lo ocurrido en el Zócalo que este martes fue usado como estacionamiento por algunos de los invitados al segundo informe presidencial. Explicó el portavoz que se trató de una decisión equivocada de quienes estaban a cargo del acomodo vehicular.

Se necesita mucho valor y dignidad para disculparse. El reconocer una falta es, definitivamente, un acto de humildad. Muy alejado de la soberbia, la prepotencia y la arrogancia tradicionales en el presidencialismo mexicano, el primer mandatario Enrique Peña Nieto instruyó a su vocero dar esa explicación y asumir las consecuencias.

Había sido un extraordinario evento el mensaje presidencial por el segundo informe. Hubo grandes anuncios, como el del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, y el discurso resultó sencillamente convincente porque fue redactado con claridad y honestidad intelectual.

Si alguna duda quedaba de que EPN es un estadista, se disipó con la disculpa presidencial. No estamos acostumbrados en México a que los hombres de poder sean humildes. Nunca fallan, de ahí la expresión popular de que ?el que manda, manda; y si se equivoca, vuelve a mandar?.

Hace rato, en otro artículo, dije que la culpa de lo ocurrido había sido de Miguel Ángel Mancera. Le pido que me disculpe. Me equivoqué.

Cuando empecé a publicar artículos, el entonces director editorial de El Norte, Ramón Alberto Garza, me dijo que el buen periodista jamás se disculpa. Seguramente soy un mal periodista, pero debo admitir que fui injusto Mancera.

En la campaña de AMLO 2006, inolvidable para mí, un día sugerí que el equipo de Andrés Manuel debía disculparse porque algo injusto habíamos dicho acerca de un columnista al que aprecio. Se me dijo que el político con oficio nunca se disculpa.

Según esa lógica Peña Nieto no tiene oficio político. No lo tendrá, pero es presidente de la República. Y acaba de pronunciar un discurso en el que reflexionó sobre las numerosas reformas que su gobierno logró en muy poco tiempo, reformas con las que habían fracasado otros presidentes.

Lo mejor de la disculpa de Peña Nieto es que surgió como una respuesta a algunos activistas de izquierda muy molestos por la mala utilización del Zócalo, los mismos activistas que han aplaudido que la Plaza de la Constitución sea dormitorio, letrina, cancha de futbol, sala de parto, cocina y hasta funeraria.

Lo del César al César.