Anoche, a eso de las 8 de la noche, mi hija se lastimó seriamente mientras hacía ejercicio.

Entre los gritos de dolor y la hinchazón del tobillo ?el mismo que se había fracturado hace cuatro años-, supusimos que probablemente había fractura. Como pudimos, llegamos a la clínica del ISSSTE de Córdoba, Ver.

Antes de seguir, creo conveniente comentar que hasta anoche, mi opinión acerca del trato y servicio de la Institución en general era inmejorable. Quiero suponer que ?me tocó la de malas? por partida doble anoche: la lesión de mi niña y el trato del doctor que la atendió en el consultorio de urgencias.

Sin embargo, también considero pertinente compartir mi experiencia con usted, estimado lector, porque curiosamente, estos casos se repiten con mayor frecuencia y sólo nos enteramos -de primera mano-,  a través de las redes sociales ¿quién no se ha indignado ante los casos de mujeres que dan a luz en la vía pública sin que el hospital mueva un dedo para ayudarlas? ¿y qué decir de los enfermos que dejan morir en las calles ?por no ser derechohabiente??

Desde que ingresamos al consultorio de urgencias, el doctor, un hombre mayor, nos miró con fastidio. Mi hija iba llorando, en silla de ruedas, diciendo ?mami, me duele mucho, no aguanto el dolor? y con el tobillo del doble de su tamaño. No se dignó mirarla siquiera. La cosa era conmigo.

-        ?Su carnet?, exigió.

-        ?Doctor, no lo traigo, salí de prisa de mi casa, su casa, pero aquí está mi talón de cheque?.

-        ?No, debe traer el carnet, porque como veo a la paciente (¿?) se lo van a pedir en Orizaba?.  Y mientras revisaba mi talón de cheque con toda calma y malicia, me decía ?esto no sirve, no es suficiente?.

Entre tanto, mi hija seguía en las mismas y yo no podía dar crédito al desplante del médico, a la majadería con la que nos trataba, a la insensibilidad ante el dolor de la paciente y a la evidente mentirota que me estaba diciendo, porque es obligación de toda institución de salud pública recibir a los pacientes en calidad de derechohabientes o no, eso ya es otra historia.

Lo que hice, fue sacar el celular de mi bolsa ?que por cierto, no tenía batería-, sostenerlo frente a él y con todo el valor de que fui capaz, decirle: ?Lleva usted casi diez minutos, desde que ingresamos al consultorio, tratando un asunto burocrático conmigo, asunto que ya le expliqué, porque conozco mis derechos. Le informo que lo estoy grabando ? si, ajá- y que me llevaré a mi hija a un hospital particular, pero lo demandaré a usted y al ISSSTE y además, subiré el video a las redes sociales?.

¿Puede usted creer que el doctor se transformó completamente ante la visión de un celular ?si, sin batería- ante él? Pues yo tampoco, pero así fue.

El hombre no dijo una sola palabra, se volvió hacia mi niña y le comenzó a hablar con una amabilidad y una dulzura que me tenía más impresionada que la hinchazón del tobillo de la chamaca.

De ahí en adelante, haga usted de cuenta que estaba en el mejor hospital de Houston, atendida por un doctor con vocación de servicio y amor por su trabajo?pero nunca dejé ?ni por un segundo-, de sostener mi celular frente a él, en actitud de ?Te estoy viendo ¿eh? Y las redes sociales, también?.

El buen doctor ?a esas alturas era el mejor-, inmovilizó el pie de mi hija mientras actuaba ante un celular sin batería explicando ?el procedimiento médico? a un auditorio imaginario y bromeando con la paciente a la que llamaba ?chiquita?. Después escribió a máquina la orden de ingreso a la clínica del ISSSTE en Orizaba y dio instrucciones a la ambulancia de llevarse a mi chamaca con todos los cuidados del caso.

?Muchas gracias, Doctor?, le dije sin dejar de ?filmarlo? y me fui con mi niña en la ambulancia. 

En Orizaba, debo decir, el asunto fue muy diferente.

Mi hija Ingresó inmediatamente por el acceso de urgencias. Esperó cinco minutos en el pasillo en lo que la secretaria buscaba que, efectivamente, yo estuviera dada de alta en la institución. Una vez que imprimió la hoja que acreditaba lo anterior, la doctora valoró a mi niña, la envió a que le tomaran las radiografías, corroboró que no hubiera fractura ni daño de ningún tipo. La hinchazón se debió a que en un salto, apoyó mal el pie y todo su peso cayó sobre esa parte del cuerpo. El proceso que le cuento, desde que llegó a urgencias hasta que la dieron de alta, no duró más de una hora.

Son las 5:00 a.m. mientras escribo estas líneas. Mi niña ?gracias a Dios- duerme en casa y en unos minutos la despertaré para que ?con todos los cuidados del caso- vaya a la escuela porque como ella me dijo: ?No puedo faltar, porque tengo quiz de Español?.

El asunto, estimado lector, me dejó varias lecciones que quiero compartir con usted

1.- ¿Será que la solución para que todos hagamos las cosas como deben ser, es que el big brother nos observe 24/7? ¿así o más Orwelliano el asunto?

2.- Mucho se habla del impacto de la tecnología en nuestras vidas. Anoche comprobé que justo por esa condición, pude exigir un trato justo, digno y humano a un patán con bata blanca. No es sólo tener un celular, sino saber qué hacer con él ?Como el ser y tener del que habla Fromm ¿verdad, mami?? dijo mi niña

3.- Hasta antes de la irrupción de las redes sociales en la cotidianeidad, no había forma de ?documentar? más allá de toda duda, los abusos y desmanes a los que gran parte de la ciudadanía se había acostumbrado y llegaba a percibir como ?normales?. 

Mirar estos casos de abuso y prepotencia a través de los ojos de quienes sufren o padecen estos malos tratos, ha hecho que el ciudadano de a pie sienta una protección que ninguna legislación puede dar por sí misma ¿qué argumento pesa más, la palabra de un doctor o cualquier influyente funcionario público o la videograbación de sus abusos a través del ciberespacio?

¿Usted qué opina, estimado lector?