El 24 de agosto de presente año, el Presidente Enrique Peña Nieto anunció la transformación de la antigua Financiera Rural en la Financiera Nacional de Desarrollo Agropecuario, Rural, Forestal y Pesquero, en la que indica como vectores sustantivos del cambio los siguientes:

 

Cómo operaba la Financiera Rural

El esquema de financiamiento propuesto no es nuevo; bajo las condiciones descritas operaba la banca de desarrollo especializada en la atención a las actividades productivas del campo, particularmente el BANRURAL. Una vez, extinguida la operación crediticia de ese Banco y con el surgimiento de la Financiera Rural, el esquema de atención dio un giro de 180 grados, al considerarse como premisas básicas para la operación crediticia:

 

 

Este esquema llevó a un proceso restrictivo en la operación crediticia, destinando los recursos básicamente a aquellas empresas o procesos productivos con tasas de rentabilidad y parámetros técnicos adecuados y con adecuados antecedentes crediticios; y limitando y excluyendo del financiamiento a la mayor parte de los productores rurales, cuyos niveles de desempeño económico y antecedentes les impiden tener acceso al crédito formal.

 

La Financiera Rural tampoco pudo delimitar socialmente su universo de atención. El BANRURAL, durante los años noventa, delineó en sus manuales de operación, como su clientela objetivo a los productores de bajos ingresos con potencial productivo. En perspectiva, se señalaba que en la medida que los proyectos productivos de esta clientela alcanzaran el desarrollo deseado y los productores ascendieran a estratos superiores de ingresos, iba a ser factible que la clientela se trasladase a la banca comercial. Esto último, como es obvio, se fue erigiendo en una quimera financiera, no sólo porque en los hechos no se generalizó este ascenso económico, sino porque la banca comercial siempre ha operado con criterios restrictivos en el ámbito de los proyectos rurales y agropecuarios.

 

El BANRURAL tampoco cumplió cabalmente con su misión objetivo. Progresivamente amplió su financiamiento a grandes proyectos productivos y a  las empresas y a los proyectos delos  productores de altos ingresos. De modo que al momento de la quiebra  financiera del BANRURAL, al finalizar los noventas y entre 2000 y 2002, su riesgo o se concentraba en menos del 10% de sus acreditados, que contaban con más del 80% de los recursos crediticios otorgados. Fue la incobrabilidad de esta cartera la que produjo básicamente el colapso financiero.

 

El cambio de paradigma en la operación crediticia afectó a un número importante

de productores, cuyo único acceso al crédito formal era mediante el BANRURAL; entre ellos los que efectivamente se situaban en el estrato de bajos ingresos y que contaban con potencial productivo. Al quedar excluidos de la operación crediticia,  por más de 10 años (después del cierre del BANRURAL), los productores han enfrentado un entorno de crédito escaso y caro; han tenido que acudir a sus compradores y proveedores para obtener recursos, y en su aspecto más crítico, han recurrido al crédito informal, caracterizado por la usura.

 

Un proceso incompleto

 

La estrategia planteada por el actual Gobierno ubica de nueva cuenta a la Financiera Rural como un instrumento para ampliar la derrama de créditos hacia las actividades productivas del medio rural, coadyuvando a superar las trabas que genera un escenario de crédito escaso y caro y por tanto, inaccesible. Esto por sí mismo es trascendente. Sin embargo, habría que pensar que los créditos no se pueden otorgar en forma indiscriminada, que es necesario establecer las cuotas necesarias por hectáreas y definir los patrones tecnológicos aceptables para posibilitar la recuperación de los créditos. De no ser así, pronto los índices de cartera vencida crecerían a niveles inaceptables, lo que afectaría los niveles de capitalización de la nueva Financiera  Nacional, llevándola irremediablemente a una situación de quiebra. 

 

Por otra parte, la estrategia deja de lado el fomento y la promoción del ahorro de las familias rurales, esencial  para consolidar su posición económica. Este ahorro   debe concebirse, asimismo, como una fuente natural para apoyar la derrama  de recursos en el campo. En la transformación anunciada de la Financiera Rural, no se abre la posibilidad de constituir un banco de primer piso, que cumpla cabalmente con los proceso de ahorro y crédito y que además coadyuve a disminuir los costos de transacción que se generan por la ausencia o poca presencia de instituciones bancarias en un importante número de poblaciones rurales.

 

La identidad y el grado de penetración de un banco, particularmente en el medio rural,  radican precisamente en que pueda ofrecer sus servicios de intermediación financiera en forma completa El BANSEFI, por ejemplo, es poco exitoso, porque sólo ofrece servicios bancarios, sin satisfacer la demanda crediticia de sus clientes; y una institución que otorga créditos y no recibe ahorros, como es el caso de Financiera Nacional, no puede contar con la reciprocidad deseada, sustentada en la lealtad de sus clientes.

 

En un banco para el campo, es importante recrear las condiciones que posibiliten el comportamiento ético de sus clientes, haciéndole sentir a la gente los beneficios de contar con una institución financiera que satisface todas sus necesidades de bancarización y que por tanto, es corresponsable de su existencia, mantenimiento y desarrollo.

 

Por último, hay que destacar que el crédito no es una panacea para detonar las actividades productivas del campo. El impacto positivo del crédito es limitado y poco funcional, si no va acompañado de servicios que inciden en forma directa en la productividad y en los resultados de las actividades primarias, entre ellos: la asistencia técnica y la capacitación, el suministro de insumos, la  inversión en infraestructura, la integración de cadenas productivas, la existencia de adecuados canales de comercialización, la investigación tecnológica y la adopción de tecnologías. Estos elementos, conjuntamente con el flujo crediticio, constituyen la red real que le dan sentido al financiamiento del desarrollo rural.

Es indudable, por lo pronto, que el anuncio es trascendente, porque se ha hecho más accesible el acceso al crédito y nos ponemos en la línea de tasas preferenciales que prevalece en los países desarrollados. Esta línea debe continuar hasta que el costo del crédito rural en México sea equivalente al estadounidense; antes del anuncia dicho costo financiero era oneroso, en algunos casos superaba en más de tres veces al prevaleciente para el sector agrícola en la economía Norteamérica.