El León fue humillado y vapuleado por el Barcelona en España, donde el local le metió, a un 70% de su nivel, seis goles al flamante bicampeón mexicano que nada más arrastró su prestigio. En un partido que sirvió de homenaje a Rafael Márquez, sólo por eso fue la invitación al equipo de Guanajuato, el club catalán demostró que la diferencia entre la liga española, la mejor del mundo desde mi perspectiva, y la mexicana es demasiado grande.

Es cierto que León se encuentra muy lejos del nivel que lo llevó a ser el segundo bicampeón en la historia de los torneos cortos. Su curva de rendimiento es descendente, algo natural en el deporte mundial, y eso se debe, en parte, a la salida de jugadores clave ya adaptados al estilo de juego de Matosas (Loboa, Burbano, Britos, etc.), a la ausencia de su motor en el medio campo, Luis Montes, y al bajón de juego que muestra Carlos Peña. Sin embargo, un equipo no puede perder la memoria de conceptos defensivos básicos. La baja mentalidad, la falta de ambición, muchas veces hacen a los equipos mexicanos conformarse con lo que tienen y no ver más allá.

El Barcelona hizo lo que tenía que hacer: ganó presentándose ante su gente, con sus figuras y algunos canteranos que aprovecharon para mostrarse. Entendieron que era una fiesta y lo tomaron como tal, dando espectáculo y aprovechándose de un equipo que ni las manos metió.

Muchos se envuelven con la bandera nacional y dicen que si el América, al ser el equipo más fuerte en México actualmente, hubiese sido el elegido para la disputa de este partido, las cosas hubieran sido diferentes, un resultado más cerrado, un juego más digno. Quizá sea cierto esto, pero no se puede tapar el sol con un dedo y también es cierto que el Barcelona no jugó a su máximo nivel pues sigue siendo pretemporada para sus jugadores.

En una colaboración anterior, señalé de las falsas ilusiones que nos hacemos cuando en Estados Unidos juegan clubes mexicanos ante gigantes internacionales y consiguen empates o victorias apretadas; todos aventamos las campanas al vuelo y no consideramos que a las grandes figuras poco les importan estos partidos, para ellos son preparación y no más.

En la liga bancaria mexicana se priorizan los negocios, el trato con promotores, los ingresos millonarios por mercadotecnia y publicidad, eso no es un secreto para nadie. Cada semestre llega una cantidad impresionante de extranjeros que, terminando el torneo, se van por la puerta trasera al no adaptarse al estilo del balompié mexicano. Si en lugar de eso se hicieran proyectos a largo plazo, se redujeran las plazas de extranjeros a tres, tres de calidad y no cinco troncos, dándole juego a nuevos talentos y limitando el número de naturalizados, quizá otra cosa sería.

 Muchas cosas, no sólo esto que enuncio, tienen que cambiar en el fútbol mexicano para poder tener una liga de gran nivel capaz de competir (ojo, competir, no ganar) contra los grandes equipos de Europa. Pero mientras nos sigan vendiendo espejos de humo y, peor aún, continuemos comprándoselos, luce cada vez más difícil que el balompié en este país sea de primer nivel. Así entonces.