Políticos, académicos, intelectuales y uno que otro colado alzan la voz promoviendo una consulta ciudadana para hacer valer, según ellos, la opinión de la sociedad sobre la reforma energética aprobada recientemente en el congreso.

Lo que no contemplan dichos organizadores son principalmente 2 cosas.

La primera es que gran parte de los ciudadanos no poseemos la suficiente información al respecto. Todo el conocimiento que tenemos del tema está basado en opiniones ideológicas que se han encargado de recetarnos los convocantes.

Que si nos va a beneficiar en el bolsillo, que si el petróleo ya no es nuestro, que si unos son patriotas, que si los otros son traidores a México, en fin, solo palabrería de ocasión.

La segunda es aún más fácil de describir. El mexicano de a pie, ese que no tiene lazos con el poder, no está interesado en la reforma energética porque tiene 100 cosas más importantes en qué pensar.

Ese mexicano al que los ?patriotas? quieren endilgarle la chamba que les corresponde, está más preocupado en conseguir trabajo, en ganar lo necesario para sobrevivir y en evitar ser víctima de la violencia que se vive en el país.

Sería recomendable que aquellos a los que se les ha ocurrido la idea de armar la consulta, que dicho sea de paso costará un dineral, volteen hacia abajo.

Que sí, que el petróleo ?ha sido nuestro? pero que no nos ha dejado nada de lo cual sentirnos dichosos. Que desde sus autos blindados rodeados de guaruras observen el caos violento en el que muchas zonas del país están sumidas. Que conciban el hambre, la pobreza y el desamparo que padecen millones de familias. Que por una vez en su vida trabajen en serio para atacar todos esos problemas y dejen de lado la mezquindad que por años ha caracterizado al sistema político de nuestro país.

Y es que mientras no hagan todo ello, no podrán entender que a una gran cantidad de mexicanos su consulta simple y sencillamente nos viene valiendo madres.