He leído, en la prensa extranjera, dos artículos del presidente Enrique Peña Nieto sobre las reformas estructurales. Uno, de hace días, en el periódico británico Financial Times, y el otro este domingo en El País, de España.

El que hoy se difunde, ?Un nuevo México?, debe ser analizado por la mayor cantidad posible de mexicanos. Es un texto muy bueno, aunque personalmente yo habría escrito, en vez de ?nuevo México?, ?México nuevo?, si no por otra cosa, para no confundir un concepto relevante con el Estado que en Estados Unidos gobierna la republicana Susana Martínez.

Pero, en fin, se entiende lo que EPN ha querido decir, y que creo expresa con claridad en El País.

Ahora bien, me sigue llamando la atención que, en la entrevista colectiva que el presidente sostuvo con siete periodistas, los que dieron la nota fueron los entrevistadores y no el entrevistado.

Creo que entre los entrevistadores sobraban, porque hacían daño con su sola presencia, dos personas: José Carreño Carlón, exvocero de Carlos Salinas de Gortari, y el señor Pablo Hiriart, no solo el periodista más identificado con Salinas, sino el único especializado en calumniar y ofender al personaje más importante de la izquierda mexicana, Andrés Manuel López Obrador, y al principal diario con el que cuenta esta fuerza política, La Jornada.

En El País, Peña Nieto empieza diciendo que las reformas pudieron lograrse, en parte, porque tuvieron como referente histórico los Pactos de la Moncloa, a los que compara con el Pacto por México, este último ?un gran acuerdo nacional suscrito por el gobierno de la República y los tres partidos políticos más importantes?.

Desgraciadamente, en el México nuevo no hay consenso en torno a las reformas. Uno de los ?tres partidos políticos más importantes?, el PRD, el de izquierda, por haber apoyado las reformas ha quedado herido de muerte. El futuro de la izquierda está en Morena, que nadie se confunda. No entenderlo significa caer en graves errores de diagnóstico.

Como un intento desesperado para no morir, el PRD se ha convertido en enemigo de la más importante de las reformas estructurales, la energética. No quiere que Morena monopolice la oposición a esa reforma.

Seguramente ni el PRD ni Morena impedirán que se apliquen las nuevas leyes energéticas, pero el activismo de la izquierda, que se siente marginada, va a complicar el panorama político mexicano.

La izquierda perdió las votaciones en la Cámara de Diputados y en el Senado. ¿Cómo le fue en el debate? No está claro. Para muchos, la reforma energética se discutió más de lo necesario. Para otros, no ha habido debate.

Creo que las dos posiciones son correctas. En los medios y aun en los foros académicos se ha discutido de más el tema energético. Pero los diputados y senadores del PRI y del PAN que aprobaron la reforma energética, en las sesiones legislativas, rechazaron debatir con sus compañeros del PRD y Morena. Priistas y panistas cumplieron con el trámite de escuchar a los izquierdistas, pero nada más. No se tomaron la molestia de plantear contraargumentos. Tenían prisa priistas y panistas e ignoraron a los diputados y senadores de izquierda.

Pero después de vencer hay que convencer. Es lo que está intentando el presidente Peña Nieto con sus artículos en la prensa extranjera y con dos entrevistas en medios mexicanos. La primera, con Andrea Legarreta y Raúl Araiza, del programa Hoy de Televisa, que es una revista televisada dirigida a las amas de casa.

En mi opinión fue una buena idea que EPN se dirigiera al público de Hoy para explicar las reformas. Pero a muchos periodistas les desagradó la entrevista. Fueron injustos al criticar a Legarreta y Araiza, claro que sí, se dieron cuenta y le pararon.

Pensé que no podía pasar nada peor. Me equivoqué.

En Los Pinos tuvieron otra muy buena idea: para no generar conflictos entre los medios nacionales con entrevistas de EPN solo a unos pocos, dar una entrevista colectiva en la que estuvieran representadas todas las tendencias periodísticas.

El problema estuvo en que se excluyó a medios de ?izquierda?. No solo eso, se incluyó a periodistas que se dedican a insultar a los medios de izquierda, como Pablo Hiriart. Peor aún, se le dio la conducción a un representante del expresidente, Salinas, que más ha combatido, por las buenas pero sobre todo por las malas, al dirigente con más autoridad moral en la izquierda mexicana, López Obrador.

¿Qué significó la entrevista colectiva? Solo problemas. La gente no vio la entrevista colectiva, que tuvo una pobre audiencia, como lo muestran los ratings que ya han sido difundidos. No fue el caso, por cierto, del diálogo de EPN con Legarreta, que fue visto por mucha gente.

Si la entrevista colectiva hubiera quedado como un programa de TV que nadie vio, habría sido muy bueno para Los Pinos. Lo más lamentable es que, entre los pocos que vieron la entrevista colectiva, estuvieron activistas de izquierda ofendidos y en pie de guerra porque entre los entrevistadores no vieron a los periodistas en los que ellos creen (Carmen Aristegui, Julio Hernández, etcétera), y en cambio sí estaban dos tipos, Hiriart y Carreño, que se han dedicado a sembrar odio contra la izquierda.

Puedo entender que no se invitara a Aristegui. Como esta mujer, que hace muy bien su trabajo, ha peleado excesivamente con Televisa, los directivos de la televisora podrían haber ejercido su derecho a no transmitir la entrevista, lo que la habría convertido en un ejercicio inútil.

Carmen tiene su propio espacio en radio y aunque llega a una mínima parte de la población ?está lejísimos del alcance del Canal 2 de Televisa? ahí podría entrevistar a Peña Nieto, y ojalá lo haga. Lo hizo en campaña y EPN se vio muy bien respondiendo las duras preguntas, algunas inclusive personales, de Aristegui.

Pero, ¿por qué no se convocó a alguien como Julio Hernández, de La Jornada? Julio no es el único periodista mexicano que pudo haber estado presente y que le hubiera dado a la entrevista colectiva una imagen plural.

En las redes sociales, la izquierda, que no se sintió parte de la entrevista, buscó un pretexto para hacer un escándalo. Lo encontró en Lilly Téllez, a la que se atacó cruelmente hasta con misoginia. La hicieron pedazos por la forma en que miraba a Peña Nieto. Aun periodistas tan serios como Julio Hernández cayeron en ese abuso. Julio, un hombre honorable, tendría que disculparse. Porque, ¿cuál es el problema de mirar de la manera que sea a un presidente?

No puede Peña Nieto excluir a la izquierda. Si lo hace, la izquierda lo va a seguir excluyendo a él. Y entonces el resultado va a ser el conflicto.

En El País, el presidente habló de los Pactos de la Moncloa como referente histórico. Quizá debió haber hablado también de dos hechos más recientes en una España que se desmorona: el primero, el separatismo catalán que tomó fuerza y ha amenazado al Estado español desde que se sintió excluido por el actual gobierno; el segundo, el partido Podemos, anticapitalista, antisistema, populista, quizá chavista, que en poco tiempo ha crecido y puede desplazar a la izquierda más institucional, la del PSOE.

Un grupo con características similares a las de Podemos, el #YoSoy132, puso en riesgo la victoria electoral de Peña Nieto en 2012. No sé hasta dónde podría Morena encabezar a los antisistema mexicanos, que sería lo mejor. El peor escenario lo representaría que los más inconformes tomaran su propio camino al margen de las instituciones.

¿Qué estamos haciendo en México para acabar con las divisiones? Entre nosotros no hay separatistas, pero sí una izquierda desesperada porque no se siente escuchada y que, por lo tanto, puede recurrir a cualquier cosa.

Seguramente soy uno de los mexicanos que más creen en las reformas estructurales. Debe consolidarse el México nuevo, el que ha construido Peña Nieto. De ahí que me preocupe que no se le dé a la izquierda verdadera, no la del PRD, sino a la de Morena, el lugar que merece. Por eso me alarma que no se incluya en los planes de comunicación de Los Pinos al periodismo de izquierda, que si bien no está al servicio de Morena, porque no lo está, sí representa las aspiraciones y los valores de la base del partido político que Andrés Manuel creó.

Si a alguien le sobraban méritos para estar en la entrevista colectiva con EPN era a Julio Hernández. No lo quieren en el gobierno, sin duda no. Pero tampoco lo quiere Andrés Manuel. Este líder, en su infinita necedad, ha buscado linchar al incomprendido Julio. Pocos tienen el privilegio de no ser bien vistos por nadie. Ellos son, sin duda, con los que más debe dialogar el presidente.

¿Que EPN no va a convencer a periodistas que rechazan abiertamente las reformas? No se trata de eso. El objetivo debe ser enriquecer el debate, y es algo que solo se va a lograr en un diálogo con los que piensan diferente.