Con el fin de  cosechar triunfos electorales,  lo único importante para los políticos actuales  (nadie pretende ser estadista, o sea trascender, sino únicamente  gobernar a medias),  se necesitan realizar  acciones espectaculares, prometer lo que el neoliberalismo no puede dar (empleos de largo plazo)  y ofrecer que ahora sí el dinero servirá para beneficio de las personas y no de los empresarios.

Las últimas acciones de Enrique Peña Nieto así lo demuestran.

Por un lado, se encuentra  con conductores populares aunque ignorantes de la reforma energética para darles clases de algo que es para ellos una ciencia infusa. Por otro, un empleado de la  editorial oficial- la  idea  es de Ernesto Zedillo- le reúne periodista en una conversación donde quedan preguntas sin hacerse y sin responder (Ciro Gómez y Pablo Hiriart lo dicen  en sus columnas).

Luego, organiza un acto agrario donde promete decenas de miles de millones de pesos para un campo herido y en penurias constantes.  Encuentro  al que son invitados   opositores de su régimen, los cuales salen levemente convencidos.

Después, anuncia la famosa Gendarmería, cuyo objetivo en este nuevo destacamento es ¡cuidar que la producción agrícola no sea robada para que llegue al mercado nacional!

Y por esos días, manda a César Camacho para amagar a los partidos menores e incluso al PAN y al PRD con el objeto de quitarles legisladores, ya que el PRI quiere- muerto el Pacto por México-, seguir imponiendo su proyecto a favor del gran capital.

El regreso de un Tricolor más deseoso de ir por todas las canicas, igual que en sus tiempos de partido único, es el proyecto de Enrique Peña Nieto.

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