Hace algunos días Jesús Zambrano, presidente del PRD, partido ya en vías de franca extinción, dijo que AMLO se vendió a la falsimedia mexicana por aquello de que no dijo palabra alguna con respecto a la acción de inconstitucionalidad que promovieron los Chuchos contra las leyes reglamentarias de la reforma en telecomunicaciones. Agrega Zambrano a esto que tiene datos que confirman el arreglo de AMLO con la falsimedia. Y según Zambrano, el móvil de AMLO en esto es su pretensión vanidosa para que la falsimedia siga exaltándolo como el opositor más serio del régimen.

Todo argumento, para ser válido, presupone su prueba. Esta exigencia primaria de todo razonamiento pone ya casi fuera de combate a las argumentaciones de Zambrano en este caso puesto que jamás fueron soportadas con una prueba o razón. Y se advierte de paso que en esto no valen las insinuaciones en el sentido de poseer pruebas porque en el tribunal de la razón es preciso poner las pruebas en la mesa a la vista de todos los interesados. Así que, mientras Zambrano no presente el "dato" que dice poseer - la prueba -, sus insinuaciones no sirven de nada y sus argumentos contra AMLO son tenidos como lo que son: argumentos sin validez objetiva, sin valor de verdad.

A estas alturas el discurso de Zambrano contra AMLO ya nos queda a la vista como lo que es: retórica. Esto no descalifica del todo las palabras de Zambrano puesto que, donde pisamos el terreno de lo probable, como es este caso, ya la retórica tiene una función legítima enfocada a la persuasión. En otras palabras, la única posibilidad que le queda a Zambrano en este asunto es persuadir al auditorio - nosotros - de que lo que ha dicho de AMLO posee al menos un grado de verosimilitud suficiente que lo haga merecedor de nuestro asentimiento para tenerlo luego como una creencia con firme convicción.

¿Y merece nuestro asentimiento el discurso retórico de Zambrano? ¿Es creíble lo que ha dicho de AMLO?

Aquí debemos poner la vista sobre todo en los datos acumulados en torno a la conducta conocida de AMLO y la de los Chuchos. Solo eso nos permitirá saber si es probable que AMLO haya incurrido en esa falta y si los Chuchos, incluido Zambrano, son dignos de veracidad.

Contra lo que dice Zambrano, jamás hemos sabido de una falsimedia mexicana que prodigue a AMLO, no ya con el trato privilegiado de un niño mimado, sino con el trato que conviene a las normas de la verdad y el deber. Lo que todos sabemos de este relación trágica AMLO-Falsimedia por el testimonio de los hechos del día a día, nos habla de una suerte de hoguera de Torquemada o de consigna negativa y de persecución contra AMLO en virtud de los "incómodos" posicionamientos críticos de este hombre en torno a los señalados vicios de los grupos sociales privilegiados que han gestionado al Estado desde siempre. Y siendo así la realidad, ¿es posible que AMLO esté presto a colaborar con aquellos que lo han perseguido por sistema, sin razón?

La sola mención de esta realidad patente en la historia reciente pone en evidencia la total incoherencia en la retórica de Zambrano. Pero la incoherencia es mayor si pasamos a poner la vista en la historia documentada de Zambrano y demás Chuchos en los últimos tiempos. Como podrá ver el lector, se trata de una historia que termina por poner al acusador en condición de acusado, o de alguacil alguacilado. Vea.

De todos es sabido que Zambrano y demás Chuchos, al igual que los priistas, y una vez consumado el golpe de Estado de Felipe Calderón en el 2006, volaron prestos al atardecer como el mochuelo de Minerva a justificar los hechos consumados con su apoyo incondicional al régimen golpista. Sabemos también que, durante los seis sangrientos años de ese régimen golpista, los Chuchos tomaron la encomienda panista de socavar de manera ilegítima el liderazgo político de AMLO y de convertir al PRD en lo que es ahora: una guarnición de mercenarios y filibusteros. Y aquí la ruta de la polémica es muy estrecha porque los hechos están a la vista, documentados.

¿No es tremendamente incoherente y absurdo el hecho de que un político que se dice de izquierda, y por ello partidario del ideal de la igualdad política, legitime con su apoyo a un político golpista?  

Por otro lado, y una vez se instaló el régimen de EPN, los Chuchos y Zambrano se sumaron con señalado fervor patriótico al tan celebrado Pacto por México. Y a menos que ellos sean unos torpes redomados - supuesto que no doy por válido porque son muy listos para las triquiñuelas -, hicieron eso a sabiendas de que se trataba del fundamento de lo que vendría después y que ya vemos en acto en materia energética: La expropiación de los hidrocarburos mexicanos en su dimensión económica - la esencial - en favor de los grupos de capital privado. Y recordemos que el fervor patriótico de los Chuchos fue tan frenético y regocijante que llegaron al extremo de descalificar y condenar a AMLO por negarse a sumar su voluntad al Pacto por México.

Le recuerdo a Zambrano y a los Chuchos que el arte de ser razonable es una cuestión de relación entre medios y consecuencias. Se es razonable cuando se buscan o se eligen los medios que con mayor probabilidad nos acercan a las consecuencias que deseamos. De esta forma, y suponiendo que no son idiotas, debo suponer que ustedes eligieron el medio llamado Pacto por México porque deseaban ver consumada la expropiación de los hidrocarburos mexicanos. Y por lo que se ve,  AMLO está en esta misma regla de la razón, porque de ahí es precisamente que él jamás se sumó a ese dichoso Pacto por México: sabía a lo que se atenía.

Así, pues, ¿no es tremendamente incoherente y absurdo el hecho de que un político que se dice de izquierda, y por ello enemigo de la injusticia económica, apoye de manera deliberada la expropiación del patrimonio colectivo de un pueblo en favor de los grupos de capital privado?

¿Y no es tremendamente incoherente y absurdo el hecho de que un político apoye los fundamentos o principios políticos sobre los que se apoya una estructura de reformas que ahora repudia teatralmente en varios de sus capítulos?

Visto lo anterior, resta preguntarnos lo siguiente:

¿Puede tener veracidad una persona que ha demostrado ser tremendamente incoherente y absurda? ¿Merece nuestro asentimiento el discurso retórico de Zambrano donde acusa a AMLO de haber pactado con la falsimedia?

Todo argumento debe presuponer una prueba o por lo menos suficiente vigor persuasivo. La prueba otorga validez objetiva al argumento, ya sea con una certeza absoluta o con una razonable certeza; en tanto que el vigor persuasivo le obsequia al argumento al menos algún grado de credibilidad. Fuera de eso, si no hay prueba expuesta y si no hay vigor persuasivo, todo argumento queda en simples habladurías sin validez alguna. Tal vez las habladurías tengan algún efecto persuasivo en los idiotas que se dejan llevar por las emociones en la forma de prejuicios, fanatismos, dogmatismos, en la mente de quienes dicen: Así es, porque así se dijo; pero jamás dejarán impronta alguna en los que juzgan las cosas con la razón y los hechos.

Si la reforma energética ha sido una injusticia económica, luego entonces el único político coherente y razonable en este país ha sido AMLO.  

Y eso es todo.

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