La presidenta de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y relatora sobre los Derechos de las Mujeres, Tracy Robinson, participó en el foro Violencia contra las Mujeres en México. Retos y pendientes para cumplir con las obligaciones internacionales en la materia, organizado por la Universidad Iberoamericana. Robinson dijo algo que ya saben las feministas, las y los activistas defensores de los derechos humanos y todas las mujeres y niñas que han sufrido ?alguna vez o persistentemente? algún tipo de violencia: existe un vacío entre las leyes y las políticas públicas formales y la realidad.

Robinson hizo hincapié en el fracaso (le llamó elegantemente inefectividad) en la administración de justicia que conduce a la impunidad. La violencia contra las mujeres no cesa y no se sabe todo de ella. Existe un subregistro de la violencia feminicida debido a la ausencia de personal calificado, pero no sólo porque desconocen los protocolos sino porque no tienen el perfil adecuado y simplemente no los aplican; prefieren acudir a las prácticas tradicionales para darle seguimiento a los casos de las mujeres que fallecen a causa de la violencia. La cifra negra de los casos de violencia física es todavía mayor porque en ella entran todos los casos no denunciados de golpizas, empujones, insultos, amenazas, violencia psicológica, económica, obstétrica, en el ámbito educativo o nutricional; de tan normales que parecen, nunca llegan a un Ministerio Público y si llegara a suceder quedaría casi como hecho anecdótico, si no es que el ministerio público encargado de atender el caso le diría a la mujer:  ?¿y ahora qué le hizo a su marido para que le pegara??, como ocurre a menudo.

Esa violencia que no se castiga aunque deje huella o exista evidencia de ella, se alimenta de otro tipo de violencia que pasa desapercibida, que parece invisible, pero que es la más resistente, tenaz y recalcitrante. Es la violencia de todos los días, la que nadie registra, que a muchos ?hombres y mujeres? les parece normal.

Es la violencia que entraña manejar estereotipos femeninos en los anuncios comerciales, realities o telenovelas donde las mujeres son bobas, sumisas, sufridas y hacendosas, con una vocación irremediable ?como de mandato divino? de madres sacrificadas o esposas abnegadas; o elegantes pero en vez de ser amas de casa se convierten en amas de llaves, modernas pero superficiales, bonitas pero tontas, inteligentes pero ambiciosas y malvadas. Es decir, la repetición de imágenes femeninas que llevan a la postre a la violencia. Y está también la vida cotidiana, contra la que no puede ley alguna, donde se reproducen modelos y conductas que colocan a las mujeres en un lugar secundario, tan secundario como para haya a quienes les parece normal que se ejerza violencia contra ellas.

En el habla cotidiana se dicen y se repiten hasta la saciedad frases hechas que refuerzan la ?superioridad? masculina y se perpetúan los ?atributos? femeninos. Son las razones por las que surgieron frases como ?vieja el último? para ofender al que, en los juegos, queda al final; o se repiten refranes como ?mujer que sabe latín, no consigue marido ni tiene buen fin?, ?mujeres juntas, sólo difuntas?, ?el hombre en la cocina huele a caca de gallina? o ?a la mujer en casa, nada le pasa?.

Ojalá sólo fueran las frases o los dichos tradicionales. Hoy, las tecnologías de la información y la comunicación, especialmente las redes sociales, tan entregadas al entretenimiento, llevan y traen ?chistes? que no sólo insisten en los roles tradicionales, sino que amparados en el humor ?crean? frases ?ingeniosas? para renovar las posturas antifeministas. Algunos ejemplos de los peores que he encontrado: ?¿Cómo dar más libertad a la mujer? Ampliándole la cocina?; ?¿Qué hace una neurona en el cerebro de una mujer? Turismo, ¿qué hacen dos neuronas? No se sabe, no se ha dado el caso? o ?¿Cuándo llegará la mujer a la luna? Cuando haya que barrerla?. Estos productos del ingenio humano reciben ?likes? y se comparten alegremente, es decir, son populares, virales les dicen.

¿Y cómo no habrían de disfrutar los cibernautas estos chistes si el mismo fondo machista es la médula de notas informativas que un día tras otro aparecen en los medios. Los noticiarios han dado seguimiento al destino de los cuatro mexicanos encarcelados en Brasil durante el Mundial, pero ya se discute poco que la razón que los tiene detenidos estos ?recatados? panistas fue haber pensado que podían toquetear a una mujer sin su permiso. ¿Qué lugar les dan a las mujeres estos funcionarios? ¿Se empeñarían en hacer cumplir las leyes si no son capaces de seguir el espíritu de esas normas cuando se andan ?divirtiendo??

Otros legisladores panistas, muy rectos y decentes, se divierten con mujeres dedicadas a la prostitución. ¿Quién puede creer que estos legisladores van a legislar a favor de la igualdad entre géneros o para resguardar el ejercicio de los derechos humanos de las mujeres?

Checo Pérez, el piloto mexicano, desdeñó competir con una mujer y dijo que ?mejor se fuera a la cocina?, refiriéndose a la piloto de pruebas de la escudería Williams, Susie Wolf. Causó una cierta polémica con sus declaraciones, pero todo quedó en el olvido cuando fue invitado de honor del presidente, a quien acompañó a inaugurar una carretera en Coatepec, Veracruz, donde viajó como copiloto del primer mandatario. Así, ¿cómo se van a tomar en serio las leyes que protegen a las mujeres? ¿Quién puede creer que se tomarán medidas para hacer que se respeten las políticas públicas en contra de la violencia hacia las mujeres?

Allí tiene Tracy Robinson parte de la respuesta de por qué en México hay buenas leyes y escasos resultados de su aplicación.

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