Enrique Peña Nieto es un reformador, así lo demuestra su apoyo a las iniciativas en materias energética, educativa, fiscal, política, financiera, y de telecomunicaciones y competencia económica. Si bien aún no sabemos si éstas tendrán resultados buenos, regulares o malos, basta con remitirse a sus índices de aprobación para darse cuenta que la ciudadanía no está comprando su visión de país. Según el último análisis de Mitofsky, Peña tuvo en el sexto trimestre del 2014 una aprobación del 48.7%. Tres de sus cuatro antecesores en el mismo punto en sus administraciones, eran mejor evaluados por los ciudadanos: Salinas alcanzaba un 75%; Zedillo un 34%; Fox un 63% y Calderón un 61%. El mismo estudio afirma que ?sólo un tercio de los ciudadanos considera que el país va por el rumbo correcto?[1].

¿Por qué no le estamos comprando al Presidente el hecho de que él ha logrado mucho de lo que sus antecesores no? Tomemos como ejemplo la reforma energética; Peña, con apoyo y aportaciones del PAN, el Verde y Nueva Alianza, puso fin a este paradigmático monopolio estatal de 76 años[2] porque nuestro modelo, maniatado por reglas obsoletas, nos impedía garantizar la seguridad energética del país. Sí, falta ver que ésta y las otras reformas funcionen, falta ver hacia dónde ?mueve? a México pero, ¿no son preferibles las fallas ocasionales de un gobierno proactivo que las constantes omisiones de uno indiferente?

Entonces, ¿qué es lo que encadena al Presidente a esta falta de confianza de la mitad de los ciudadanos? El multifactorial problema no es algo fácil de descifrar, pero sí hay algunos conceptos con asociaciones negativas que afectan directamente a Peña y que necesitan un claro replanteamiento frente a la ciudadanía: la marca PRI, la figura presidencial, los partidos políticos en general, la inseguridad, y la economía.

La marca PRI no ha logrado reposicionarse ante un México más informado, demandante y volátil en sus preferencias electorales. La figura presidencial carga con el estigma de los errores de sus representantes anteriores. Ante los ciudadanos, los partidos políticos tienen un índice de confianza más bajo que los sindicatos y los cuerpos policiales[3]. Indicadores cómo 19 homicidios por cada 100, 000 habitantes[4] nos recuerdan que la inseguridad es tarea pendiente. Nuestra economía, la más desigual entre los países miembros de la OCDE[5], no puede sostener a la gran mayoría de las y los mexicanos.

¿Será la falta de resultados o la indiferencia de gobernantes de todos los partidos, la que ha propiciado la suspicacia que la ciudadanía tiene hoy para con Peña? ¿Será qué Fuentes tuvo razón al escribir que México ?es un país con demasiadas insatisfacciones sepultadas en el tiempo, largos siglos de pobreza, de injusticia, de sueños soterrados?, y es por esto que la gente ha dejado de creer en la política? En consecuencia, ¿la baja popularidad del Presidente es un daño colateral producto de estos y otros factores?

@AlonsoTamez