Hacer más con menos. Ese es el principio en el que se basa la economía a nivel mundial, en el cual la eficiencia ?que no es lo mismo que eficacia? debe ser el eje rector de actuación de todo organismo tanto público como privado. Por un lado, la eficacia es el hecho de lograr los resultados esperados, mientras que eficiencia es lograrlo con una menor cantidad de recursos humanos y económicos invertidos. Por ejemplo, si la meta es cerrar dos ventas al día, se es eficaz si se logra la meta, pero seríamos también eficientes si lo hacemos en la mitad del tiempo esperado, o bien, si hiciéramos cuatro ventas en lugar de dos en el mismo tiempo invertido. En otras palabras, hacer más con menos.

Lo mismo se pretende que ocurra en materia electoral. Es decir, si la meta es llevar a cabo un proceso electoral local y federal el mismo día, seremos eficaces si realizamos satisfactoriamente ambas elecciones, pero seremos eficientes si logramos realizarlas con la menor cantidad de recursos económicos y humanos. Lo anterior tiene la mayor relevancia si consideramos que el costo presupuestal de la democracia en México tiene un  estimado de 27,128 millones de pesos[1] ?si se suman los ámbitos federal y estatal? lo cual la convierte en una de las democracias más caras del mundo. En ese sentido, el Estado tiene el deber de hacer más eficiente la utilización de los recursos públicos en materia electoral, cuyos ahorros podrían destinarse a diversas obras sociales que tuvieran un mayor impacto en los ciudadanos ?tal y como lo prevé la Reforma Electoral?.

Analicemos la forma en la que hemos participado en los últimos procesos electorales concurrentes ?es decir, en aquellos procesos en los que votamos tanto a nivel federal como local el mismo día?. Primero, pasamos a una mesa atendida por un grupo de personas a las cuales les entregamos nuestra credencial de elector para que nos entreguen las boletas de la elección federal y consecuentemente poder votar dentro de una casilla. Una vez depositadas las boletas en las urnas respectivas, somos marcados con tinta indeleble en un pulgar para que nos devuelvan nuestra credencial de elector marcada. Luego, tenemos que pasar a otra mesa atendida por distintas personas, a las cuales tenemos que entregar nuevamente nuestra credencial para recibir las boletas de las elecciones estatales y manifestar el sentido de nuestro voto en una casilla distinta. Finalmente, nos devuelven la credencial de elector después de ser nuevamente marcada y el pulgar de la otra mano entintado. A todas luces, podemos decir que ello es eficaz, pues las elecciones se llevan a cabo, pero en absoluto eficiente, pues ello implica el doble de recursos, el doble de personas a capacitar, el doble de tinta, el doble de casillas y el doble de esfuerzo.

Consciente de ello, el legislador federal estableció en el artículo 82 de la recién publicada Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales, que ?en los procesos en que se realicen elecciones federales y locales concurrentes en una entidad, el Consejo General del Instituto deberá instalar una mesa directiva de casilla única para ambos tipos de elección.? Es decir, ello implicará que en una misma mesa dirigida por un solo grupo de personas, se entintará un solo pulgar, se entregarán las boletas para la elección local y federal, se marcará una sola vez la credencial de elector y se emitirá el voto en una casilla única. Lo anterior sin mencionar el ahorro que se planeó al regularse en la Reforma Electoral en impresión de listas nominales, mamparas, perforadoras, tinta indeleble, canceles, crayones y sillas. Economía en su máxima expresión.

Ante dicha obligación legal, el pasado 13 de agosto, el Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE) aprobó el modelo de Casilla Única que será empleado en los 17 estados[2] con elecciones concurrentes que se efectuarán el 7 de junio de 2015, como lo establece la Reforma Electoral. Según el proyecto aprobado, el INE estima instalar 152 mil 512 casillas en todo el país, de las cuales 90 mil 42 serán bajo la modalidad de Casilla Única en las entidades con elecciones locales. Con ello, se busca la estandarización de procesos entre la elección federal y las elecciones locales, con lo cual se estima que se ahorrarán por lo menos 800 millones de pesos tanto el INE como los institutos públicos locales en materia electoral (OPLES). Eficiencia pura.

Cabe señalar que para lograr el correcto funcionamiento de este modelo se requerirá una estrecha coordinación entre el INE y OPLES pues ambos tienen responsabilidades compartidas pero diferenciadas dentro de la organización y realización de las siguientes elecciones concurrentes. Para ello, cabe señalar que la experiencia del Estado de Colima ?el cual es la única entidad federativa que desde 1991 ha implementado exitosamente el sistema de casillas únicas? será tomada como referencia para la instauración de dicho sistema en toda la República. Es decir, Colima ya demostró que instaurar casillas únicas sí se puede, sí funciona y sí ahorra. Pero también demuestra que para lograr el éxito de dicho modelo se requiere una relación permanente de coordinación entre el INE y los OPLES.

 

Con la proximidad del inicio del proceso electoral 2014-2015 ?el cual comienza el siete de octubre de este año? la determinación del Consejo General del INE representa el primer paso para la instrumentación de las casillas únicas que se instaurarán en los 17 estados de la República con elecciones concurrentes. Debemos reiterar que el éxito de dicho modelo se deberá basar en la claridad de los acuerdos de coordinación que exista entre el INE y los OPLES, en los que será necesario esclarecer con precisión las facultades que competan a uno y a otros en dicho proceso. De implementarse correctamente el sistema de casillas únicas en México, podremos sentirnos entusiasmados pues se habrá logrado hacer lo mismo pero con la mitad de recursos públicos, los cuales podrían ser destinados a otras áreas en beneficio de los ciudadanos. En otras palabras, eficacia y eficiencia al servicio de la democracia en el país. Esperemos que así sea.