En textos anteriores, ?Cocinar para vivir? y morir?  y ?Señoras de humo?, ya se mostró la importancia del uso de leña para cocinar alimentos y los problemas que ocasiona a la salud, al bolsillo y al tiempo de las familias. Esto se traduce directamente en las pocas posibilidades de desarrollo de las familias, puesto que invierten alrededor del 30 por ciento de su vida en recolectar leña para cocinar, comer y vivir. Ahora abordaremos el tema desde el punto de vista energético.

México es altamente dependiente de los hidrocarburos, en términos llanos, del petróleo. Según el Balance Nacional de Energía del año 2012 (SENER, 20131[1]), el 88.5% de la energía producida es derivada del petróleo; las energías renovables suministran el 6.9%, el carbón el 3.6%  y la nucleoenergía sólo el 1%. Dentro de las fuentes renovables, la leña aporta el mayor porcentaje con el 2.8%, casi del doble que la hidroenergía y la geoenergía con el 1.3% y 1.5% respectivamente; y es veinte veces mayor que la eólica con un 0.14%.

 Ahora bien, la energía que se consume en México se destina a:

Pues bien, para no hacernos bolas como dice el clásico, nos centraremos en el consumo final total. Esto es, en la energía que se destina a proporcionarnos los ?servicios energéticos? que utilizamos a diario, de manera directa como: iluminación, climatización, energía calorífica para bañarse y cocinar; o como un servicio o producto: transporte, telefonía, alimentos.

El Balance Nacional de Energía del año 2012 desagrega el consumo final total en sectores y su participación se muestra a continuación:

 Nos enfocaremos en el número tres, donde los sectores comercial y público consumen el 14% y 3% respectivamente, es decir el mayor peso corresponde al residencial con 83% del consumo total. En el sector residencial, que aglutina a todas las viviendas mexicanas, se utiliza electricidad para iluminar, calentar o enfriar viviendas, conservar alimentos, bombear agua y para que funcionen muchos aparatos electrodomésticos. También se usa energía para cocinar, principalmente el gas licuado, la leña y en una mínima proporción la electricidad. Considerando sólo el sector residencial, el gas licuado aporta el 37.5% mientras que la leña suministra el 33.3%, siendo la electricidad el energético de menor proporción con un 24.6%. Esto significa que en las viviendas mexicanas se usa más energía proveniente de la leña que electricidad.

 En resumen, el sector residencial es el tercer consumidor de energía en México y la leña es el segundo energético más utilizado en las viviendas; entonces surgen varias preguntas:

 

En la próxima entrega comentaremos los impactos ambientales de cada una de las fuentes de energía usadas en nuestro país.