En un entorno globalizado de ruda competencia, las economías emergentes buscan por todos los medios atraer la atención de mercados e inversionistas, con el propósito de generar una imagen sólida y creíble, que les permita crear nuevos empleos y dinamizar zonas industriales y polos de desarrollo.
En América Latina, Brasil y México disputan el liderazgo económico de la región, en un contexto muy distinto para cada nación. Para el gigante sudamericano, la principal preocupación radica en expandir su influencia regional en el Mercosur; en tanto, México, miembro de la zona de libre comercio de Norteamérica, enfoca la mayoría de sus esfuerzos en consolidar su relación con Estados Unidos.
En esta larga rivalidad, el papel de sus líderes políticos resulta trascendental en la consecución de éxitos para sus sociedades. Recientemente, Dilma Rousseff enfrentó una crisis política por la realización del Mundial de Futbol que se profundizó con el humillante papel que desempeñó el otrora scratch du oro ante Alemania y Holanda. Con esa derrota encima, la Presidenta deberá encarar su proceso de reelección en un ambiente poco favorable.
En contraste, el presidente Peña Nieto ha logrado en menos de dos años avanzar su agenda de reformas estructurales, ganando con ello un amplio reconocimiento internacional. Como lo ha señalado The Economist: ?Son pocos los gobiernos que pueden verdaderamente decirse radicales en materia de reformas?. En opinión del semanario británico, el gobierno mexicano va rumbo a sumarse a una rara cepa de naciones que tienen la capacidad de transformar sus estructuras a través de acuerdos políticos.
En el mismo sentido, Robert Rennhack, subdirector del departamento de las Américas del Fondo Monetario Internacional, expresó que México ha sido distinguido como un país único en el mundo al lograr un paquete de reformas estructurales sin la presión inminente de una crisis económica.
Para Rennhack es muy difícil que una nación tenga la capacidad de llevar a cabo un proceso reformista de tal magnitud, y debe aquilatarse lo que México ha logrado en fechas recientes. De acuerdo al funcionario, todos los cambios logrados son resultado de la voluntad de los partidos políticos y la determinación del gobierno federal.
Sin embargo, a pesar de las ?porras? que se han recibido desde el exterior, distintos analistas han reconocido que la aprobación de las reformas estructurales es un primer paso en un largo camino que deberá acompañarse de medidas constantes y paulatinas, que logren que la visión macro incorporada en el nuevo paradigma llegue en el terreno de lo micro al bolsillo de la población.
Para mantener el ritmo triunfador, el gobierno de Peña Nieto tendrá que poner en marcha una gran cantidad de reglamentos en distintas áreas, alrededor de 70, que garanticen eficacia operativa a quienes se sientan atraídos por los nuevos espacios de inversión que se generarán en telecomunicaciones y energía.
Como lo ha dicho con razón The Economist, si el presidente Peña Nieto logra mantener el impulso y el momentum, ganado por las reformas durante los últimos cuatro años de su mandato, nuestro país habrá cambiado sustantivamente para bien de sus habitantes. En este reto, un aterrizaje virtuoso de las reformas podría generar en el mediano y largo plazo, expectativas genuinas de que México es capaz de dar un salto cualitativo en relación a otras economías emergentes.
BALANCE
Hace algunos días, en las páginas editoriales de Excélsior, el propio presidente Peña Nieto señalaba que nuestro país requería de un profundo proceso de reformas, toda vez que el statu quo se había transformado en un verdadero obstáculo para el desarrollo de la economía, la educación, la justicia y la propia
gestión gubernamental.
Ante la dimensión del reto que enfrentaba el Presidente, el cambio que se propuso fue de carácter radical. La idea no era solamente administrar. El propósito era transformar. Con la agenda de 11 reformas concluidas, debe pasarse ahora de un modelo legal a un robusto plan de acción que logre el
mejor aterrizaje posible para hacer una realidad lo que ya ha sido establecido en las leyes y la Constitución. Esta ruta no será fácil. Sin embargo, el futuro luce mucho mejor.