Debo decir que estoy preocupado ante tanto pesimismo, tengo una visión preocupante de la juventud, fundamentalmente; de su pasividad, desmemoria, e inquisidora de la política. De inmediato, por defecto trato de encontrar cuáles son las causas que explican esta realidad, el resultado no es casual, debe preocuparnos y ocuparnos a todos. Surgen las preguntas ¿existen salidas? ¿Qué hacer para construir democracia? ¿Qué podemos realizar para construir participación política y justicia social?

¿Cuáles son las causas? Se me ocurren diversas. En primer lugar, por ejemplo, la violencia. No olvidemos que nos encontramos inmersos en una guerra contra el narcotráfico, pero también el Estado ha producido terror ante el vacio de derecho y justicia social. Un miedo acumulado, desconfianza, represión en la manifestación de ideas, y el asesinato de los mejores periodistas, es poco de lo mucho que no podemos olvidar.

¿Cómo pensar que los jóvenes quieran participar en política, cuando los adultos no gustan de hacerlo? ¿Cómo fomentar el interés?, cuando cargan con el miedo, el terror que paraliza, y la muerte de cerca ante la inseguridad. Me preocupa profundamente que intenten decir: “Aquí no pasó nada, demos vuelta a la pagina”. El miedo se siente y se vive, en las colonias marginadas como en los bulevares populosos. Hoy, el miedo es una experiencia cotidiana.

Otra causa, por ejemplo, es lo evidente de una sociedad desigual y discriminatoria. Esto no es cuento, es verdad, y de eso tenemos que partir. La sociedad mexicana suele ser racista y discriminatoria. Este es un motivo de desinterés, y la política, la democracia no han cambiado eso, lo ha agravado y si lo permitimos lo seguirá haciendo.

Los adultos como los jóvenes no tienen conciencia de su propio valor como personas, la carencia de autoestima perdura. Sumado a que también hay profundos errores en los políticos y en su trabajo, tanto con jóvenes como con adultos; es decir, el pensar que la palabra y la razón mueven a la sociedad, eso no es así. Ni palabra ni razón son capaces de generar movilización. ¿Dónde están los sentimientos de la gente, de los jóvenes? ¿Qué moviliza a los jóvenes? ¿La solidaridad? ¿La demagogia? Están hartos de demagogia y pareciera que nadie lo percibe. Hay una pérdida de credibilidad en la palabra. Entonces, no es la razón, son las palabras, no son los discursos, hay que encontrar otros mecanismos que movilicen a la gente. Basta recordar las palabras de la experta en educación y derechos humanos Rosa Mujica en 2010 “La cabeza entiende y comprende solamente lo que el cuerpo, y una parte esencial del cuerpo, aguanta, y creo que es verdad: es decir, nos cansamos y ya no entendemos. ¿Cómo generar una metodología que no canse, que no adoquine a la gente, sino que la movilice, y la movilice desde el afecto?”.

La educación como causa, el civismo no ha cumplido para nada la función primordial de ser. La educación no ha cumplido el rol de formar ciudadanos, tan solo se conforma con transmitir conocimiento, cumple un función domestica, solo subordina ante proyectos y elites.

¿Cuáles son los retos? ¿Por dónde comenzar y qué hacer? Es necesario responder con valores, respetar, concientizar tanto en derechos como en deberes, educar en democracia si queremos democracia, educar en justicia si queremos justicia, debemos difundir conocimiento, que la gente conozca, que tenga idea de los mecanismos existentes tanto en transparencia y participación ciudadana, etc. Se debe otorgar el poder del conocimiento, empoderar a la gente. Se deben educar a los líderes, es indispensable, deben aprender a escucharse y escuchar para expresar lo que la gente piensa.

El desafío es educar y demostrar que hay jóvenes comprometidos con la democracia y desarrollo haciendo tareas de liderazgo, que hay mujeres y hombres extraordinarios trabajando en ciudadanía, que hay personas conscientes de sus derechos y organizadas para defenderse y defender a otros. Debemos experimentar, vivirlo y sentirlo para fortalecer la democracia y demostrar que vale la pena como sistema, a pesar de sus problemas.