Doscientas treinta y nueve personas menores de diecisiete años han perdido la vida en las tres semanas de hostilidades militares en La Franja de Gaza. Esa es la cifra que la operación militar israelí, Margen Protector, ha dejado con los constantes bombardeos que los cazas de ese país llevan a cabo a diario sobre la región.

Estamos hablando de menores de edad, la gran mayoría de ellos niños y lactantes que han perecido por causa de un conflicto del que jamás fueron parte. Son niños civiles que fueron condenados al fatal desenlace sólo por el hecho de vivir en el mismo vecindario en el que se esconden los líderes operativos de la organización extremista de Hamás.

Su único pecado fue el de vivir en la zona, ser parientes directos de los milicianos rebeldes, ir pasando por ahí en el momento menos indicado y ser palestinos. Lo cierto es que han muerto y ese hecho ha causado, con justificada razón, la condena internacional en contra del gobierno israelí, por no medir su estrategia militar de cacería en contra de Hamás.

Es cierto, el hecho de que los dirigentes de esa organización se refugien entre la comunidad civil, respondió a una estrategia de supuesta seguridad para ellos; la realidad es que el mundo entero y ellos mismos se sorprendieron al ver que Israel no se tocó el corazón y atacó a sus enemigos sin importar el riesgo de atentar contra la comunidad civil palestina.

De entre los doscientos treinta y nueve menores, ciento sesenta y seis son menores de doce años; entre ellos hay bebés que también sucumbieron ante la hostilidad de Israel. Del otro lado de la frontera, aunque hay víctimas mortales, entre los israelíes no se encuentran menores que hayan perecido por la descarga de cohetes de Hamás hacia ese país.

Estos datos han sido arrojados por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia junto con la profunda indignación del organismo internacional, que replica el mismo sentimiento del mundo entero por la caída de niños que no tienen manera de defenderse o de ocultarse tras el fuego de Israel.

Los más indefensos han caído en el blanco de la artillería de Israel y eso parece no importarles. Israel se muestra renuente a parar los ataques, con todo y las consecuencias fúnebres que éstos puedan traer en el aumento de civiles caídos.

Por otra parte, es evidente que si de alguien no se puede esperar cordura en este tema, es de la milicia de Hamás. Está más que claro que ellos no pararán de atacar a Israel; no les importa que niños y bebés sigan muriendo de su lado.

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