El fanfarrón gobernador de Texas, Rick Perry, pidió hace unos días mil elementos de la Guardia Nacional de Estados Unidos para "proteger" la frontera con México de la invasión de los llamados niños migranres.

Durante su campaña Perry abordó frecuentemente el tema de los indocumentados. También fue de los gobernadores fronterizos el que más alharaca hizo por el tema de la inseguridad que prevalece en los estados de Tamaulipas y Nuevo León. No se cansó de lanzar recomendaciones a sus paisanos para evitar viajar a nuestro país si no les era estrictamente necesario.

Nunca se refirió durante sus trabajos proselitistas al hecho de que por Texas pasa la mayor parte de las drogas que provienen de México y Centroamérica y que es la entidad que tiene el más bajo récord en materia de decomisos de estupefacientes.

Tampoco Perry le dijo a sus electores que su estado es el paso seguro para los contrabandistas de armas. Muchas de esas armas van a parar a manos de cárteles de la droga, de grupos guerrilleros de centro y Sudamérica, y no pocas veces los clientes del armamento fabricado en su país, llega a terroristas de cualquier integrismo de los que hay en el mundo como los talibanes que perpetraron el atentado del 11-S que acabó con el símbolo comercial que representaban las Torres Gemelas.

Ese es el vaso medio lleno y a veces medio vacío que ve en el problema migratorio el locuaz de Rick Perry.

Es comprensible que estando otra vez tensas las relaciones con los vecinos distantes por la cuestión migratoria, el presidente Peña Nieto haya retrasado unas semanas su anunciada visita a California.

Y de verdad que  posponer el viaje presidencial a San Francisco es una acertada medida de precaución, ya que en los últimos lances con los primos del norte, se ha observado que ni el improvisado canciller Meade, ni el embajador de México en Washington, Eduardo Medina Mora, no sacan un perro de una milpa.

No debe extrañarnos ya la cordialidad de vecino del lenguaraz del gobernador Perry. Es un político de ideas ya rebasadas por la realidad que provoca el fenómeno migratorio. No se puede esperar de Perry sino el oportunismo electorero con el que trata el delicado asunto de los niños migrantes.

Y acá en el interior del país de lo efímero en el que nos estamos convirtiendo (la Línea 12 del metro capitalino estuvo en servicio en su tramo de mayor demanda de transporte menos de un año. Y en Puebla la inopinada y autoritaria Ley Bala no pudo sostenerse más de unas semanas a causa del crimen cometido en contra de un niño) se desvanecen a gran velocidad los apoyos a la señora conocida como Mamá Rosa por los externos, y llamada La Jefa por los medrosos internos a los que violaba sus derechos humanos en forma por demás infame.

Los apoyos de personas que desconocían las partes delincuenciales de Mamá Rosa y sus lugartenientes, se vienen acallando ante las evidencias de que el albergue La Gran Familia era en realidad una cárcel donde se cometían incalificables atrocidades y se daba refugio a narcos perseguidos por las autoridades competentes.

La cuestión es que viviendo el país las consecuencias del desastre en todas las áreas que heredó el docenato panista, se convierte en prioridad nacional el saber el futuro de Mamá Rosa y de su cárcel.

Los personajes de la política y de la cultura que levantaron la voz en defensa de Mamá Rosa, viven hoy el demonio de su apresuramiento en este caso.

Habrá que esperar el resultado de las declaraciones que hagan los implicados en el affaire zamorano, y los directivos del albergue que ya están en la cárcel.

Ni hablar, con esas mulas tenemos que arar.