Andrés Manuel López Obrador no es fanfarrón ni hablador. No en el sentido del bocazas que, siendo un cobarde, hace alarde de valentía. Aunque parezca otra cosa, Andrés Manuel jamás habla más de la cuenta. Es un político calculador que, inclusive si insulta, lo hace como parte de un plan bien diseñado.

Hace unos días, en Tabasco, AMLO apoyó bloqueos a pozos petroleros –no le quedaba de otra para ser mínimamente coherente, ya que él mismo bloqueó pozos alguna vez–, y fue mucho más allá al exigir al gobernador Arturo Núñez que deje de aplaudir al presidente Enrique Peña Nieto, lo que se interpretó como un rompimiento entre el líder de Morena y el gobernante del Estado donde Andrés, después del Distrito Federal, más popularidad tiene.

Que un gobernador de oposición, como Núñez, trate de llevar la fiesta en paz con Peña Nieto puede deberse a una de dos razones, o a las dos: busca más recursos del gobierno federal para su Estado o personalmente se lleva bien con el presidente. Es fácil entender por qué trata de agradar a EPN el gobernador Arturo Núñez, que fue priista y es muy amigo de uno de los colaboradores más cercanos del inquilino de Los Pinos, el procurador Jesús Murillo Karam.

Aunque no es regla, si Núñez se lleva bien con Murillo Karam y este tiene una sólida amistad con EPN, entonces es fácil que en el trato personal se entiendan el gobernador de Tabasco y el presidente de México. Quizá se conocieron antes de que ambos ocuparan sus actuales cargos y nunca han tenido dificultades. Es inteligente de parte de Núñez usar sus buenas relaciones con Peña Nieto para tratar de beneficiar a Tabasco.

Andrés Manuel, en campaña electoral, cuando apoyó a Núñez para ser gobernador de Tabasco no ignoraba que este militó en el PRI, que es amigo de Murillo Karam y que seguramente conocía bien a EPN. Tampoco ignoraba que Núñez, un político responsable, si llegaba al gobierno iba a pensar más en el bienestar de los tabasqueños que en los movimientos políticos de AMLO.

No está siendo justo Andrés Manuel al cuestionar tan severamente a Núñez. Pero lo peor no es esto, sino lo que anuncia: que en cualquier momento podría dar gusto a las bases radicales de Morena para lanzarse contra el gobernante de izquierda que mejor relación, política y personal, tiene con Peña Nieto, el jefe de gobierno capitalino Miguel Ángel Mancera.

Ignoro si Mancera, antes de llegar al gobierno del DF, tenía relaciones con EPN o algunos integrantes del actual equipo presidencial. Probablemente no, o no muy estrecha. La carrera política de Mancera ha sido corta. Académico, llegó al GDF a trabajar como técnico en temas jurídicos. Progresó por su capacidad y lo hizo tan bien que, sin militar en ningún partido, la izquierda lo consideró el mejor para la candidatura a jefe de gobierno.

A Mancera e ha tocado lidiar con temas muy complicados, sobre todo relacionados con protestas callejeras contra EPN por el tema de las reformas estructurales. Por aplicar la ley, la izquierda lo ha acusado de ser represor. Y por respetar institucionalmente a Peña Nieto, lo que hace como parte de su trabajo buscando más recursos para el Distrito Federal que tantos problemas tiene, esa misma izquierda, que en gran medida está en la base de Morena, al jefe de gobierno lo acusa de “traidor”.

las buenas relaciones de Mancera con EPN sin duda benefician a la capital mexicana. Por ejemplo, a un costo multimillonario el jefe de gobierno cambiará todo el alumbrado público del Distrito Federal. Lo hará porque Peña Nieto va a apoyarlo.

Por lo demás, a Mancera no le ha estallado, o no con mayor fuerza, la crisis por el Hoy no Circula sabatino, a pesar del manejo político que ha hecho del tema el gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila. El gobierno federal apoyó a Miguel Ángel Mancera. El secretario de Medio Ambiente, Juan José Guerra Abud, descalificó al mexiquense cuando Eruviel quiso dejar a Mancera como el único villano de la película.

Con el pretexto del Hoy no Circula lanzó Andrés Manuel la primera crítica a Mancera. Fue una crítica tímida, exploratoria. Rápidamente el líder de Morena la olvidó. Pero si su plan es hacer crecer a su partido cohesionando a los anti EPN que hay en la izquierda, seguramente no tarda en hacer con Miguel Ángel Mancera lo que ya hizo con Arturo Núñez: reprocharle que esté cerca de Enrique Peña Nieto.

Creo que Andrés Manuel está haciendo un cálculo equivocado por las siguientes razones:

1.- Mancera no es un político ambicioso como Los Chuchos del PRD. Si estos buscan privilegios personales al acercarse a EPN, Mancera lo único que quiere es beneficiar al DF. El jefe de gobierno, ante tantos problemas que enfrenta la ciudad, no tiene tiempo ni ganas de andar en grillas. Ni le conviene hacerlo.

2.- Mancera, a diferencia de Núñez, no fue priista y, por lo tanto, no se formó en la cultura de obedecer por obedecer al jefe político. Por cierto, AMLO sí fue priista y claramente es un representante de la cultura no del “si no estás conmigo, estás contra mí”, sino de una peor: “si te llevas bien con mi enemigo, estás contra mí”.

3.- AMLO es el político más popular de México después de Peña Nieto. Pero Mancera ya está llegando a los niveles de conocimiento que Andrés Manuel tiene en todo el país, quizá con mayores niveles de aceptación entre las clases medias.

4.- Si AMLO presiona a los gobernadores de izquierda que más lo aprecian, como Mancera y Núñez, estos no permanecerán neutrales en 2015, es decir, no apoyarán por igual al PRD y a Morena, sino que tratarán de inclinar la balanza hacia los intereses del perredismo. Esto en la Ciudad de México puede traducirse en un mal resultado para Morena, tan malo que podría significar el fin del principio del mayor dirigente que ha tenido la izquierda. Si en 2009 AMLO, con Juanito y Clara Brugada, pudo vencer al PRD capitalino se debió a que había habido una injusticia del Tribunal Electoral, pero sobre todo a que el entonces jefe de gobierno, Marcelo Ebrard, con su imagen de político perverso no tenía autoridad moral para contener una rebelión de izquierda. La imagen de Mancera es la de alguien decente que ha llegado a donde está por méritos profesionales, no por grillo. A Mancera, que se ve casto políticamente hablando, será difícil que AMLO lo derrote en el terreno de la ética.

Para no equivocarse, Andrés Manuel tendrá no solo que ignorar completamente a todas las voces que en la izquierda le exigen cuestionar a Mancera, sino también disculparse con Núñez, un hombre que siempre ha apoyado al dirigente de Morena y que no cae en pecado mortal solo por llevarse con EPN. Desde luego, Mancera tampoco está en falta grave por respetar al presidente de México.

Ojalá AMLO lo entienda.