En el 85 aniversario del PRI se reiteraron los viejos usos y costumbres,  se demostró lo inservible de los partidos políticos actuales y se dio fe- como en el ministerio público- que la Revolución Mexicana falleció hace muchos años, algo que nos dijeron tiempo atrás José Revueltas, Daniel Cosío Villegas y otros, incluido a Jesús Reyes Heroles que hubiera muerto nuevamente  al ver los negocios de sus hijos.

El discurso central, desde luego, estuvo a cargo de Enrique Peña Nieto, quien tuvo a su lado como porrista insigne a César Camacho Quiroz. El ejecutivo dijo que era priista en el corazón y en las entrañas, algo que nunca falta. Pero señaló además  que las instituciones formadas por los gobiernos tricolores  eran básicas para el desarrollo del país.

Veamos.

El salario mínimo establecido en la Constitución sirve únicamente para morirse de hambre y no alcanza para la educación y la recreación, según el artículo 123. El Seguro Social y el ISSSTE no abarcan a todos los mexicanos y el seguro popular es una simulación, por lo tanto  la inmensa mayoría de la población carece de seguridad social. La educación es un horror, no obstante las nuevas reformas, y las escuelas privadas ganan terreno con sus ineptitudes. El campo es un fracaso rotundo, agudizado por las reformas salinistas que llevaron al desastre a millones de trabajadores agrícolas y a una elevación de precios como nunca, ya que hasta el, limón es un artículo de lujo. Podríamos seguir, pero con esos ejemplos es claro que el PRI lejos de solucionar problemas los ha agudizado. ¿Festejo por la octogenaria institución?

Mejor debería Peña Nieto, si en verdad quiere ser innovador, hacer un réquiem por el antiguo partidazo y fundar algo nuevo. Pero los dinosaurios como Gamboa Pascoe y Romero Deschamps se lo impiden.

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