Sigo con la lectura a la columna de ayer de Federico Arreola en la que analiza los riesgos de una política de comunicación social del gobierno federal que puede dar señales de privilegios y preferencias; y en la que al mismo tiempo previene una grave situación social si la economía no crece de inmediato y las reformas peñistas no se traducen en bienestar popular en el corto plazo.

Lo del privilegio del gobierno a algunos medios escritos o electrónicos me queda claro. Y estoy de acuerdo con Arreola en que esa política creará una información sesgada y por lo tanto inútil.

Lo que no te entiendo, Federico, es tu radical pronunciamiento en relación a la economía y las reformas estructurales.

Yo en buena medida tomé tus comentarios sobre las reformas energética, fiscal y financiera como elementos para reforzar mi opinión favorable a las mismas.

Encontré en la entrevista que le hiciste al secretario de Hacienda, Luis Videgaray, elementos muy claros para entender que las reformas tienen plazos, el porqué de esos plazos y las consecuencias que tendrían para México decisiones equivocadas al respecto, o lo peor, decisiones pospuestas nuevamente mientras la economía nacional seguía en el tobogán de la desaceleración en la que la sumieron los gobiernos de Fox y Calderón.

Y en tu columna de ayer señalas que la economía sigue mal. Y que si no hay resultados a muy corto plazo el país está en un grave riesgo de estallido social.

Eso desgraciadamente es cierto. Pero no es culpa ni de las reformas y menos de Videgaray.

Me pareció reencontrar en tu columna tu viejo discurso lopezobradorista, el cual rectificaste razonadamente muy a tiempo.

Lo hiciste sin romper con el político tabasqueño, claro. Pero delimitando con precisión las diferencias de opiniones sobre los temas torales de la vida nacional.

Y ahora resulta que pones al gobierno, especialmente a Luis Videgaray, en el paredón del inmediatismo económico y eso, además de injusto, se sale del paradigma de amplio y constante apoyo que le has dado al proceso de reformas estructurales relacionadas con la economía que tantas veces explicaste a los millones de lectores que tienes.

No estoy de acuerdo en tus apreciaciones de resultados a la de ya.

No puedo negar que la economía sigue en una etapa de alta fragilidad. Pero nunca te has convertido en agorero del desastre en tus columnas. Señalas, pero siempre apuntas escenarios de solución.

En tu columna de ayer no lo hiciste.

Recuerdo que una vez que estuvimos con Cesáreo Morales en un café, La Auseba, de la calle Hamburgo de la Zona Rosa y cuando te fuiste Cesáreo me dijo: “Federico es una gente talentosa y de visión política muy clara. Le dice a Colosio cosas que casi nadie se atreve a sugerirle siquiera”.

Yo le contesté: “Es que Arreola es el mejor amigo de Donaldo. Y le aclaré, es un amigo sin intereses políticos. Por eso le dice lo que cree que es la verdad. Sin diplomacias ni reservas”.

Es bueno que hables o escribas, Federico, sin diplomacias ni reservas. Pero no pierdas la objetividad. No seas orgulloso y admite que seguimos en el camino correcto, independientemente de los actuales problemas que solo se resolverán de fondo cuando las reformas, en sus plazos, se consoliden.