No ver el nombre de Enrique Krauze en informaciones periodísticas relacionadas con el homenaje a José Emilio Pacheco en el Colegio Nacional me hizo recordar algo que viví, hace años, en la redacción de Milenio.

Raymundo Riva Palacio no es un periodista admirable. Pienso que ni siquiera se puede decir de él que sea un buen periodista. No cumple con el principal requisito que, según Kapuscinski, se necesita para ejercer el periodismo: ser una buena persona. Pero su trabajo ha sido importante en no pocos medios de comunicación. Así las cosas, Raymundo fue fundamental para que naciera Milenio, tanto la revista semanal que no sé si siga circulando, como el diario que, pese a todo, se mantiene entre los más influyentes en México.

Por ser una mala persona, no por mal periodista, Raymundo tuvo que dejar la dirección editorial de Milenio. Lo sustituyó Carlos Marín, quien le dio a Jorge Fernández Menéndez la dirección del semanario. Lo relevante en la historia que cuento parte de precisar que algo le hizo Riva Palacio a Marín, algo fuerte, porque Carlos se ofendía bastante con la sola mención del nombre de su antecesor. Ellos habían sido grandes amigos (de hecho, Raymundo fue el que llevó a Marín a Milenio) y terminaron odiándose. Espero que ya se hayan perdonado.

Fernández Menéndez realizó un muy buen trabajo al frente de Milenio Semanal. Una de sus mejores ediciones fue de aniversario. No recuerdo cuántos años cumplía la revista, pero el hecho es que Jorge decidió que valía la pena diseñar un número especial con algunos de los mejores textos publicados desde que se fundó. Desde luego, incluyó dos o tres firmados por Raymundo Riva Palacio, que no será el mejor ser humano, pero que de vez en vez realiza aceptables investigaciones periodísticas.

Cuando Carlos Marín conoció el contenido de ese número especial montó en cólera y, fuera de sí, exigió a Jorge Fernández eliminar cualquier referencia a Raymundo. Es decir, Marín pretendía borrar a Riva Palacio de la historia de Milenio. Jorge se negó a hacerlo. No quiso participar, y lo dijo con toda claridad, en un proyecto estalinista. Fernández Menéndez, de esa manera, le ahorró una gran vergüenza a Milenio. Y es que, por fortuna, no se le permitió a Marín concretar su capricho. De muy mala gana, y hasta llorando de coraje tuvo que aceptar que el nombre y la imagen de Riva Palacio se publicaran. El estalinismo esa vez no prosperó. ¿”Estalinismo”? La expresión aplica a la perfección, en este caso, por las fotografías de Lenin de las que se borró la imagen de Trostky para que solo apareciera Stalin junto al célebre revolucionario, y por las fotos de Stalin de las que fueron desapareciendo, conforme caían de la gracia del tirano, las figuras de sus compañeros de partido.

El estalinismo invariablemente amenaza a la prensa mexicana. En el blog de Jesús Silva-Herzog Márquez leí un comentario sobre “la extraña desaparición del senador Creel de las pantallas de televisión”. Al panista lo borraron de una trasmisión de Televisa, lo que constituyó una edición que evocaba “al totalitarismo estaliniano”, en el que, como dijo Silva-Herzog Márquez, “la eliminación de los enemigos del tirano no era solamente física, también era simbólica como se ve en la progresiva desaparición de los acompañantes de Stalin, hasta que el dictador aparece convenientemente solo”. Silva-Herzog Márquez mencionó un libro que analizó las falsificaciones de Stalin, The Commisar Vanishes, de David King, e informó que  “existe hasta una pieza musical de Nyman sobre las tijeras del tirano”.

Un diario como La Jornada, objetivo y profesional, no podía dejar de informar sobre la forma en que Televisa borró a Creel: “La Secretaría de Gobernación envió ayer un extrañamiento a Televisa ‘por anular de manera evidente’ la imagen de Santiago Creel Miranda, presidente de la mesa directiva del Senado de la República”. Ni tampoco podía La Jornada, por rigor periodístico, dejar de dar a conocer la versión de la televisora: Leopoldo Gómez, vicepresidente de Noticieros Televisa, explicó que fue ‘un error’ de edición. ¿Por qué el periodismo estalinismo de Televisa contra Creel? Porque a sus directivos le molestó que este apoyara una reforma política contraria a los intereses de la televisora. Solo por eso.

Muy bien. Uno de los diarios más importantes de México es La Jornada, que destaca sobre todo por su información cultural. La Jornada es la empresa de medios que más espacio da a la cultura. No solo cuenta, como otros rotativos, con secciones culturales, sino que todo en La Jornada, desde su información política hasta sus cartones, incluyendo sus notas de espectáculos y deportes, tiene sabor a cultura. La Jornada es cultura.

Desde luego, cuando ocurre una noticia extraordinaria, como el fallecimiento de José Emilio Pacheco, La Jornada la cubre mejor que nadie en la prensa mexicana. Así, lo que hizo La Jornada después de la muerte de Pacheco –poeta, ensayista, novelista, traductor y dramaturgo galardonado con los premios Cervantes y Reina Sofía– fue maravilloso, pero…

… pero es una desgracia nacional que en asuntos periodísticos siempre aparezca un pero.

La muerte de José Emilio Pacheco dio la vuelta al mundo. Se habló de él en medios tan importantes como The New York Times, el Magazine litteraire, El Mundo, ABC, El País y muchos otros. En México, hasta la televisión informó sobre el poeta. Y desde luego lo hicieron todos nuestros periódicos. Insisto, ninguno con la pasión cultural de La Jornada, que cubrió la noticia no sólo en su primera plana con una gran fotografía de Pacheco, sino con páginas enteras en interiores, todas realizadas con excelencia. Pero…

Sin contar a la familia del poeta, Enrique Krauze fue la persona cuya imagen más se notó antes y después del deceso de José Emilio Pacheco. Intelectual mediático, su presencia destacó en el hospital cuando los médicos intentaban salvar a Pacheco. Pero Krauze sobre todo fue visible porque, un día después de su fallecimiento, al poeta se le rindió un homenaje de cuerpo presente en El Colegio Nacional. Asistieron numerosos artistas, intelectuales, científicos, la comunidad cultural en pleno, pues. A petición de la familia Pacheco, Enrique Krauze fue el orador único. Único, conste. Es decir, no habló nadie más. Así lo decidió la familia. Todos los medios que cubrieron el homenaje, nacionales y extranjeros, tuvieron que mencionar a Krauze. Era lógico hacerlo… Bueno, no todos los medios mencionaron a Krauze. La Jornada no lo hizo, al menos no en las notas publicadas en su edición impresa. En la página de internet de La Jornada sí apareció el nombre de Krauze, particularmente en las informaciones basadas en lo que difundían las agencias noticias en el momento mismo del fallecimiento.

¿Por qué omitió La Jornada impresa el nombre de Enrique Krauze? Porque hace años se dio un fuerte pleito legal entre el historiador y el gran diario de izquierda mexicano. Creo que todos los que participamos en los medios opinamos acerca de tal conflicto. En su momento le di la razón a La Jornada porque este periódico la tenía. Pensaba, y lo sigo pensando, que los editores que colaboran con Krauze no fueron lo suficientemente cuidadosos al publicar algo relacionado con La Jornada. Entiendo, pues, que los periodistas de este diario estén molestos con el director de Letras Libres. Pero, ¿el enojo justifica no mencionarlo? ¿Se vale dar información incompleta de un acto luctuoso solo porque en La Jornada no le perdonan a Krauze lo que se publicó hace ya bastante tiempo en Letras Libres?

Creo que es un desperdicio que Enrique Krauze y los periodistas La Jornada no se entiendan. Krauze, que dirige la mejor revista cultural mexicana, Letras Libres, y La Jornada, que es por mucho el medio de comunicación en nuestro país que mejor informa sobre la cultura, deberían colaborar en proyectos que a ambos les importen. Si lo hicieran, México ganaría. Alguien dirá que no es posible el entendimiento entre personas con ideologías tan distintas. ¿En serio no se puede? Por favor. Creo que, con buena voluntad, nada es imposible. Además, si en La Jornada participa gente muy valiosa de izquierda, Krauze no es un derechista, o no en la lógica del Yunque y similares. Es un liberal, así hay que verlo, que busca lo mismo que la izquierda: un desarrollo económico más equitativo con libertades políticas. Ojalá algún día vuelvan a dialogar.