Estas fechas remiten a una nostalgia familiar muy especial, dada nuestra cultura inmersa en el cristianismo (se quiera o no) es complicado separar el invierno de la idea de reunión con los seres queridos, vinculados por afectos genéticos o por la simple y maravillosa gracia de compartir una amistad. Las vacaciones escolares, marcapasos de nuestras temporadas vacacionales, dotan a la temporada de otro pretexto para los eventos familiares. El origen del problema aparece cuando un grupo de personas que deben estar en compañía de sus familias no lo están. 

Ante las cifras de desaparecidos y asesinados por las decisiones del ciudadano Felipe Calderón surge la inquietud que varios conocidos extranjeros me expresaron: “¿cómo es posible que desaparezca gente?” Exactamente, retando todas las normas de la lógica formal y sin respetar al poeta Parménides, el no-ser es una condición real entre los ciudadanos de muchas regiones de nuestro país, especialmente en el norte. Los gobiernos que, evidentemente coludidos con el crimen, ejercitan una burocracia invisible para resguardar sus ambiciones partidistas, han dejado (como en el caso de Coahuila) una familia de lobos en el poder.

Ante las protestas de la sociedad civil que no ha decidido ser cómplice de los engaños empresariales/electorales, el primero de diciembre se registró un negro episodio en materia de represión a la libertad de expresión. Este episodio solamente puede ser opacado por la masacre en Tlatelolco y como bien indica Elena Poniatowska en “La noche de Tlatelolco” (en la hermosa reedición de este año): “Los del 68 tenían una ventaja: no vivían acosados por la guerra del narcotráfico, no corrían el riesgo de que los cazaran como conejos a media calle como ahora sucede en toda la república; los padres de familia no imaginaban que de la noche a la mañana los convertirían en víctimas (…).” La estrategia gubernamental de atacar a los manifestantes usando todos los medios disponibles, incluso a los medios de comunicación, no fructificó. Mientras escribo esto 14 personas no son libres y una más se encuentra en estado de coma como resultado de los excesos de las fuerzas punitivas del Estado. 14 que no van a pasar las fiestas en compañía de sus familias junto con miles que tampoco podrán hacerlo por encontrarse desaparecidos y, muy posiblemente, trabajando para el crimen organizado.

Mi familia son los mexicanos en resistencia, a ellos les debo los breves atisbos de luz que me indicaron que el camino correcto es el de la reflexión social. Posiblemente a todos ellos, incluidos los más de 40 mil zapatistas que salieron a marchar, no podré abrazarlos pero quiero enviarles el mensaje decembrino apropiado: No están solos, México está con ustedes; estamos en el Reclusorio Norte, en Santa Martha Acatitla, en Copala, en Acteal, en los campos de trabajo, en las prisiones clandestinas. Somos muchos los mexicanos despiertos y valientes. Que no falte pueblo para que no falte esperanza.