Me vi muy mal. Sin querer, molesté a un regiomontano, uno de los tantos que, hace años, decidió dejar Monterrey por los graves problemas de violencia que se presentaron prácticamente desde el arranque del gobierno de Felipe Calderón. Le vi este miércoles en la tarde en la Ciudad de México. Tomamos un café después de habernos visto, por casualidad, en cierto restaurante de Polanco. Por supuesto, me dio gusto encontrarme con esa persona, más o menos conocida en el sector empresarial de aquella ciudad. Siempre es agradable charlar con un hombre que ha triunfado desarrollando varios negocios medianos, sobre todo si los ha hecho desde abajo, es decir, con mucho trabajo y sin haber heredado nada excepto una buena educación.

No hablo de nadie que sea aspirante a la lista de Forbes de los hombres más ricos del mundo, pero sin duda le ha ido bien, tan bien que ha acumulado un patrimonio importante. Como otros empresarios de su tamaño, en 2012 votó por Andrés Manuel López Obrador. A él le disgustó la derrota de su candidato (entusiasmado ante la posibilidad de que la izquierda triunfara, realizó un viaje especial a la ciudad de Monterrey solo para votar), pero meses después de las elecciones presidenciales, en septiembre pasado, decidió dejar su exilio en el extranjero y regresar a residir en la capital de Nuevo León.

Me dijo, palabras más, palabras menos:

“Siento que las cosas se han calmado y por eso decidí volver. Ya no soportaba la vida en Estados Unidos. No sé qué es lo que me inspira confianza, si el retorno del PRI y sus hábiles operadores políticos que muchos pensamos sabrán poner en orden a las mafias, o el final del sexenio de Calderón, ese tipo nefasto que jugó a ser general de sus ejércitos, que metió en graves problemas a las fuerzas armadas y que no pudo con el narco”.

No es la única persona con recursos que hace años dejó Monterrey para irse a Estados Unidos y que, con el cambio de gobierno, ha decidido emprender el camino de regreso. Las cosas han empezado a serenarse en la Sultana del Norte, o al menos esa es la percepción de no pocas personas. Ha ocurrido así no solo porque se fue el PAN y el PRI gobierna de nuevo (sobra gente que piensa que los priistas son los únicos que conocen la fórmula para quitarle fuerza a la delincuencia organizada), sino también porque resultó exitoso un proyecto del gobernador Rodrigo Medina, un complicadísimo proyecto que le costó mucho trabajo, bastante tiempo, grandes cantidades de recursos económicos y demasiados problemas: el de diseñar y llevar a la práctica un cambio profundo en las policías.

El caso es que, charlando con el mencionado regiomontano, cometí el pecado de comentarle algo que lo hizo enojar. Le dije que el equipo de comunicación de Peña Nieto se había equivocado al referirse en un boletín al “presidente Calderón”. No terminé de explicarle al regiomontano el contexto de esa pifia pues esta persona, con coraje, alzando la voz, me interrumpió: “Jamás vuelvas a mencionar, ni como broma ni por distracción ni de ninguna otra forma, al ‘presidente Calderón’. Ese tipo ya se fue y no debe volver”.

Totalmente de acuerdo.