Marcaste con tus atajadas toda una época en el futbol mexicano. Época dorada, no para un club, sino para todos los amantes del balón.

En nuestra mente, vivirán por siempre todas las alegrías que le brindaste a tu gente. Gente que cada quince días coreaba tu apellido en tu casa, el estadio ‘Huracán ‘de Pachuca. Estadio que vibró tantas veces gracias a ti. Recinto que se vistió de gloria. Gloria, que sin ti, posiblemente no existiría.

Tu nombre, junto a los más grandes en la historia del futbol mexicano perdurará a través del tiempo .

Símbolo como muy pocos y líder como ninguno. Tu legado hablará por ti, ahora que ya no estés.

Hoy, cambias de cancha, pero a donde sea que vayas, por favor sigue bajo los tres palos. Fascina a todos y que cuando todo parezca perdido, aviéntate y recuérdeles que cuentan con el "Cóndor"...

Es cuestión de tiempo para que partas a un mejor lugar… Sólo un mal tan fuerte como el que padeciste, pudo vencerte. Pero dicen por ahí que la muerte sólo llega con el olvido. Y a ti, nunca se te olvidará. Estarás siempre presente. Más vivo que nunca.

Descansa en paz, ídolo. Tus grandes atajadas estarán eternamente con vida. Invariablemente presentes y al igual que tú, nunca morirán...

Hasta pronto, Miguel Calero...