El cuento es un género literario que con pocos personajes y una historia breve, logra transmitir una idea. Muchas veces los personajes, a través del comportamiento mostrado en el cuento, nos dan material para imaginarnos su historia personal.

“Cenicienta” de los Hermanos Grimm, es uno de los cuentos más conocidos. Inolvidables por sus bajezas, son Griselda y Anastasia las terribles hermanastras que se avocan a sabotear a Cenicienta. Ellas, desde su posición de poder y al amparo de la madrastra, se dedican a violentar, ridicularizar, y explotar física y laboralmente a Cenicienta.

La versión literaria describe a las hermanastras como físicamente bellas, adineradas y de la misma edad que Cenicienta. Una se pregunta, ¿Porqué la falta de solidaridad de las hermanastras con Cenicienta? ¿Dónde quedaron los sentimientos de bondad, misericordia y dulzura que con mucha frecuencia nos atribuyen a las mujeres como parte de nuestra esencia?

Los hermanos Grimm tuvieron que haber observado a las mujeres de su época, y en los personajes de las hermanastras, se hace evidente que no por ser mujeres, necesariamente somos sensibles a las necesidades de otras mujeres que se encuentran en condiciones iguales o desfavorables con respecto a las nuestras.

Cada vez que atestiguo como mujeres empoderadas, hacen gala de su ignorancia y utilizan expresiones misóginas, hacen apología del machismo o utilizan lenguaje no incluyente, me es inevitable pensar en las hermanastras y sus prácticas discriminatorias hacia alguien de su mismo género.

Al pensar en este tipo de prácticas, es referente obligado Elba Esther Gordillo cuando con su dedo flamígero, nos acusó a las mujeres de ser las culpables de que las nuevas generaciones estén perdiendo valores porque sus madres salen a trabajar y abandonan su formación.

Que una mujer discrimine y violente a otra es grave, que lo haga una funcionaria pública tomadora de decisiones, es más grave aún.

Como una acción afirmativa temporal que busca asegurar la inclusión de las mujeres en cargos públicos, se han establecido las cuotas de participación para las mujeres. Para los gobernantes, también es muy importante incluir mujeres en sus gabinetes. Habrá que ver que mujeres son a las que incluyen. Debería ser obligación, que las mujeres en quienes vaya a recaer una responsabilidad en el gobierno, conozcan y sean sensibles al tema de género.

Muchas de “las que llegan” han pasado por un proceso de masculinización de sus actitudes para poder ser vistas y tratadas con respeto en los círculos del poder. Muchas otras por el contrario, han realizado la titánica labor de no renunciar a ser mujeres, madres o esposas y avanzar con grandes dificultades en sus carreras profesionales, pagando los elevados costos que esto conlleva.

Dejando de lado las historias personales de todas ellas, lo que como sociedad debemos exigir a nuestros gobernantes, es que todos, mujeres y hombres del servicio público estén verdaderamente informados y sensibilizados hacia las desigualdades que persisten entre mujeres y hombres, las cuales se han visibilizado al convertirse en grandes problemas nacionales como lo son la trata de personas, el feminicidio y todas las formas de violencia y discriminación hacia las niñas y mujeres de este país.

Las mujeres que participan en el equipo de transición del Presidente electo, son garantía de que la administración federal que está por iniciar habrá de  impulsar políticas públicas con enfoque de género. Me queda claro que estas políticas públicas serán diseñadas por expertas y expertos en el tema, pero para que realmente exista una institucionalización de la transversalidad de la igualdad de género, es necesario que quienes vayan a tener la responsabilidad de ejecutarlas, reconozcan las desigualdades y sean sensibles al género.

Ahora que un nuevo sexenio esta por comenzar y que muchas mujeres y hombres habrán de ser incorporados a la administración pública federal, en todos los cursos inductivos debería de impartírseles, por lo menos, nociones básicas de perspectiva de género, así como de lenguaje incluyente. Sin menoscabo de que todas las políticas públicas que se implementen, contengan elementos género-transformativos.

En julio de 1981 en la ciudad de Bogotá Colombia, se llevó a cabo el 1er Encuentro Feminista de Latinoamérica y del Caribe,  ahí fue declarado el 25 de noviembre “Día Internacional contra la Violencia hacia la Mujer. Tenemos 31 años intentando visibilizar un problema que hoy ha llegado a cifras insospechadas, y hay quienes aseguran que abatir las desigualdades entre mujeres y hombres nos llevará por lo menos tres generaciones. El tiempo sigue avanzando y las brechas de desigualdad cada vez se hacen más distantes. El estado, a través de la institucionalización de la perspectiva de género, puede abreviar ese lapso de tiempo, seguramente esta sociedad agraviada por la violencia contra las mujeres, también hará que así suceda.