El presidente de Televisa, uno de los hombres más ricos de México (y del mundo, desde luego), ha escrito en su cuenta de Twitter que lo critican por todo: si no se abre, porque no se abre, y si se abre, porque se abre, pero que él está por la apertura.

Y es que, carajo, nadie le aplaudió que haya sacado la cartera para comprarse, para uno de sus canales, su propio #YoSoy132.

Emilio Azcárraga lo hizo por nosotros, por todos los ciudadanos de este país. No solo abrió Televisa a sus principales críticos, sino que fue mucho más allá: adquirió a uno de esos críticos.

Y no se le ha comprendido.

Bien lo dijo Borges, hablando del Quijote, “la gloria es una incomprensión y quizá la peor”:

“No hay ejercicio intelectual que no sea finalmente inútil. Una doctrina es al principio una descripción verosímil del universo; giran los años y es un mero capítulo –cuando no un párrafo o un nombre– de la historia de la filosofía. En la literatura, esa caducidad es aún más notoria. El Quijote –me dijo Menard– fue ante todo un libro agradable: ahora es una ocasión de brindis patriótico, de soberbia gramatical, de obscenas ediciones de lujo. La gloria es una incomprensión y quizá la peor”.

Si no se comprende al Quijote, menos el gesto de Azcárraga que busca liberarnos a los mexicanos por la vía de comprarse su propio movimiento estudiantil.

Para consuelo de Emilio he citado todo ese párrafo de Jorge Luis Borges.

La gloria, don Emilio, sobre todo una gloria tan grande como la tuya, es la peor incomprensión. Pero yo sí te comprendo.