Jenaro Villamil y Ciro Gómez Leyva se parecen. Pero son, también, muy distintos.

Ambos son periodistas exitosos. Ciro ha destacado en la televisión (en Tercer Grado de Televisa y en Milenio TV), como columnista de Milenio Diario y en Radio Fórmula. Jenaro ha triunfado escribiendo, sobre todo en la revista Proceso y algunos libros que se han vendido muy bien.

Los dos, Gómez Leyva y Villamil, han llamado la atención del público por haberse especializado en cuestionar a políticos relevantes.

Lo que les diferencia es el político que les obsesiona.

Lo que más llama la atención del trabajo de Ciro es la forma en que lo ha embrujado la personalidad de Andrés Manuel López Obrador. El señor Gómez Leyva parece tener como principal misión en la vida criticar, y hasta insultar (hoy martes lo ha llamado “cobarde”) al político tabasqueño.

Villamil no sería tan conocido si no fuera el principal crítico de Enrique Peña Nieto. A Jenaro le fascina la biografía del mexiquense, al que le ha dedicado sus principales reportajes y varios libros, en los que ha buscado probar que Peña Nieto es un producto diseñado por mercadólogos de Televisa, un candidato que no habría ganado las elecciones presidenciales de 2012 sin la promoción que le dio la televisora de Emilio Azcárraga.

Creo que los dos periodistas se equivocan.

Andrés Manuel no es ningún cobarde. Ciro lo calumnia con tal palabra simple y sencillamente porque el líder de izquierda ha criticado a Milenio.

Si bien es cierto que López Obrador se ha excedido al cuestionar a Milenio, grupo de comunicación al que beneficia, no perjudica, al incluirlo con frecuencia entre la mafia del poder, no es serio responderle calificándolo de cobarde.

Si hay alguien valiente en México es Andrés Manuel. No solo por haberse atrevido, desde hace más de 20 años, a retar al sistema político, sino porque ha sabido superar no poca derrotas.

Se necesita valor, y a AMLO le ha sobrado, para no desmoralizarse con tantos golpes que ha recibido.

Andrés Manuel es un hombre admirable al que sus rivales, todos muy poderosos, han derribado muchas veces. Se ha levantado siempre y, sin miedo, ha vuelto en cada oportunidad a la pelea.

El Andrés Manuel verdadero nada tiene que ver con el descrito por el impulsivo Ciro Gómez Leyva.

De la misma manera, el verdadero Enrique Peña Nieto está lejos de ser el político “de pantalla” del que habla Jenaro Villamil.

Peña Nieto, lo probó en su campaña electoral, es más que marketing. Yo no lo conocía, es decir, más allá de haberlo visto, hace unos 10 años, dos o tres veces.

Cuando empezó la campaña creí la versión que difundían no pocos periodistas: Peña Nieto no sabe argumentar, es nada sin un guión o un teleprompter. Pronto probó el mexiquense que eso era falso.

En el primer debate, Peña Nieto se defendió y atacó bastante bien. Y en una complicada entrevista con Carmen Aristegui, respondió con inteligencia todas las preguntas, incluso algunas sobre su vida privada, que le hizo la que es, a mi juicio, la mejor periodista de México.

¿Televisa benefició a Peña Nieto mientras este fue gobernador del Estado de México? El mismo trato dio la televisora a López Obrador cuando este fue jefe de gobierno del Distrito Federal. Así es Televisa: amable con los que gobiernan.

En la campaña electoral presidencial, por cierto, Peña Nieto se metió en problemas solo cuando Televisa decidió dar una cobertura excesiva al movimiento #YoSoy132 que, evidentemente, no habría llamado la atención de las masas en México si esa televisora (que buscaba limpiar su imagen) no hubiera difundido de más las protestas estudiantiles contra el priista.

Si Televisa hubiera apoyado con todo a Peña Nieto, el #YoSoy132 no habría llegado a los principales espacios informativos de la empresa de Azcárraga.

Todo el mundo dijo, hasta López Obrador, que la distancia entre el izquierdista y el priista se redujo por el gran impacto que en la opinión pública tuvo el #YoSoy132. Sin Televisa, hay que ser objetivos y admitirlo, ese impacto no se hubiera dado.

Sí, en las redes sociales el #YoSoy132 fue muy relevante. Pero su descontento llegó a todos los mexicanos cuando Televisa decidió darles muchos minutos durante días y días.

En fin, si no queremos vivir otro sexenio perdido (ya llevamos dos así, el de Vicente Fox y el de Felipe Calderón), tendremos que empezar a pensar más allá de nuestras obsesiones.

¿Es incapaz Ciro Gómez Leyva de reconocer alguna virtud, entre las muchas tiene, de Andrés Manuel López Obrador?

¿De plano no ve Jenaro Villamil nada positivo, entre lo mucho que tiene, en Enrique Peña Nieto?

Vienen debates fuertes por las reformas estructurales. No deberán dividirnos. Tendremos que aprender que todos tenemos algo de razón y que todos estamos de alguna manera equivocados. No hay de otra para llegar a acuerdos.

En el mundo se cree que, si la política no echa a perder las cosas, hay en México condiciones para un importante crecimiento económico. Ojalá no lo obstaculicen los odios provocados por los fanatismos.

Y conste, lo digo como autocrítica, yo que he sido, no pocas veces, excesivamente apasionado al analizar la política mexicana.