Primero fue la atleta griega Voula Papachristou, quien afirmó que “Con tantos africanos en Grecia, el Mosquito de la Fiebre Nilo comerá comida casera”.

Debido a esto, la atleta que competiría en triple salto fue echada de los juegos olímpicos aún antes de que estos comenzaran.

Desgraciadamente, este no fue el único caso de un comentario racista por parte de un atleta que desvirtúa por completo los valores del olimpismo.

Apenas ayer, el futbolista suizo Michel Morganella fue expulsado del equipo helvético y de las olimpiadas por publicar un mensaje en Internet en donde afirmaba que iba a “madrear y quemar” a los coreanos, a los que por si fuera poco, llamó "bola de mongoles".

Algo que tienen en común estos dos exabruptos es que ambos fueron realizados a cabo en la red social Twitter.

Ambos fueron casos, por así decirlo”, de "El Pez por su boca muere". En esta época de redes sociales y comunicación instantánea, poco tiempo fue el que pasó antes de que los comentarios racistas de ambos atletas llegaran a las autoridades deportivas que determinaron expulsarlos de las olimpiadas.

Como “simples mortales” que somos la mayoría de los seres humanos, feos, obesos, torpes, oficinistas, débiles, con dolores de espalda, rodillas jodidas y un largo etcétera, tendemos a ver a los atletas olímpicos prácticamente como seres sobrehumanos, casi más allá del bien y del mal.

¿Y cómo no hacerlo? Comparados con nosotros, los "civiles", tipos como Michael Phelps, Usain Bolt o la nadadora china Ye Shiwen no parecen de este mundo. Aunado a esto a muchos nos inculcan desde la educación más temprana la máxima “mente sana en cuerpo sano”.

Es por eso que resulta doblemente decepcionante escuchar a atletas olímpicos hacer esta clase de comentarios de odio racial contra otros seres humanos, en pleno siglo XXI.

Si algo me queda claro es que el racismo debe ser erradicado completamente de este mundo, comenzando por la máxima fiesta deportiva de la humanidad.

No hay de otra.