Escribir al mundo o abandonarse a la pasión privada. Las dos caras de la moneda: la exhibición o la intimidad. Asumiendo que el participar activamente en redes sociales es extroversión y el goce de un placer sexual es introversión desde la ventana de la sociedad establecida. Suele ser así, aunque seguro hay excepciones. Hay muchos que sólo escribiendo en la computadora o el móvil vencen su timidez pero el no tener enfrente a la persona no quiere decir que no logren interacciones reales. Hay también, en el otro caso, quien no restrinja las satisfacciones al entorno privado y participe de verdaderas orgías y festines completamente desinhibidos. Más allá de eso, en términos generales la cuestión es: nos guardamos en la seguridad de esa privacidad para disfrutar lo material —ya sea sexo, dinero, carro, casa, familia, negocios—; o publicamos al exterior —así sea en el ciberespacio que une plazas, ciudades, a distancia— para exponer ideas y confrontarlas con otras posiciones. Se Tuitéa porque se siente la necesidad de interactuar al momento para resolver dudas, compartir dilemas u ocurrencias, banalidades o preocupaciones de mucha importancia, buscando solidaridad o retroalimentación en un grupo similar. O se procura no apartarse de la zona de confort que lleva de la casa al trabajo o escuela; al entretenimiento convencional en cines, teatros, centros comerciales, iglesias y similares; y de regreso al calor de hogar y las peroratas de la TV encendida en la sala o la radio que arrulla desde el buró. Eyacular en santa paz y regocijo.

 

Tuitear porque no se consigue el acompañamiento querido para eyacular o se eyacula porque se puede y se prefiere, sin interesar, así, tuitear ni escribir por el momento.

 

Eyacular, entonces, porque para eso sólo se necesita a uno mismo o a quien quiera invitarse. Eyacular como revelación y confirmación de poder. Eyaculo porque soy yo (en la masturbación) o yo y mi pareja (en el coito). Poder conservador porque no se arriesga nada y por el contrario celebra un rito reproductor ancestral (fecundidad no necesaria): la continuidad de las cosas, la persistencia del orden (status quo). Una ofrenda a la progenie y estirpe.

 

Escribir, al contrario, en un dispositivo electrónico sobre la telaraña de información para exorcizar el perenne libido o cualquier otra ocupación, surfear en esas olas del tiempo inmenso buscando mitigar latigazos de egoísmo pasional con los recursos tecnológicos más impresionantes. También resulta ser un rito, pero uno nuevo. Con el smartphone como espada justiciera y fiel instrumento para rasgar el cerco informativo y obtener vetas luminosas que pontifiquen el ocio. Y ya dentro del cuartel general, cual superhéroe, llegar a la PC central y volcar toda atención a la integración de aplicaciones. Procrastinación total dirían los enterados.

 

Tuitear y eyacular como complementarios o acaso subsecuentes, la jerarquía es lo que está en pleito. Ambos entre la paradoja de vicio y virtud. Ambos como pretexto para el abandono y aquel que sucumbe, permite, de esa forma, el agandalle de algún otro.

 

Propongo, por lo expuesto anteriormente, intentar conciliar ambas cosas, tratar de volver esa disyuntiva arbitraria en nexo armonioso, dónde el tuitear y escribir en una pantalla universal —comunicar a fin de cuentas— no se turben por la imperiosa sed de satisfacciones materiales en la espiral del consumismo y el goce de los sentidos individuales.

 

Para el tiempo que corre requerimos defender nuestros derechos desde las trincheras que tenemos a mano y evitar caer en el lugar común de refugiarse en los placeres privados. Trabajar y tuitear, estudiar y escribir, eyacular y marchar. Todo se puede.

 

Cancún, Julio 2012.