Significa que el ser necesita de un mínimo de tensión para experimentar como realidad su vida cotidiana. El ser en el mundo social es una experiencia que da el peso necesario para que la existencia diaria adquiera realidad. La frase “estar con los pies en la tierra” se refiere a la gravedad necesaria que evita flotar en el limbo de la locura. Y es que el loco está en la luna (el lunático), allá a lo lejos, mientras que el cuerdo está en la tierra, en el más acá. Mejor: la línea que separa la locura del ser en el mundo es un cambio en la experiencia en la densidad de la realidad: entre su ligereza y la pesadumbre hay un mar de distancia. La realidad se hace soportable en relación a su peso. Una de las novelas de Milan Kundera intitulada La insoportable levedad del ser nos da un excelente material para reflexionar sobre lo pesado y lo ligero en el mundo moderno.

 

En hegelés: lo pesado está del lado del esclavo que trabaja y se humilla en tanto ofrece sus servicios al amo. Está en trato directo con la realidad objetiva porque la transforma, le imprime su espíritu colectivo. El esclavo experimenta la realidad con todo su peso en la espalda, por eso “cargar con la cruz” es soportar el sitio que nos tocó a cada uno -soportar aquí es lo mismo que cargar-. Cuando alguien está “a la altura de las circunstancias” significa que carga con dignidad su sitio particular que le tocó. No obstante sólo podemos cargar cierto peso. Cuando nos aplasta la realidad es cuando nos rebasa sin poder hacer nada: el hambre, el frío, la enfermedad, la muerte, la putrefacción y la mierda son excesos de realidad -por eso Baudelaire es un poeta realista en el más puro sentido de la palabra-. De ahí que lo feo no es “sexy” porque está sobrecargado de realidad. En un sentido estético burgués lo feo es el exceso de realidad.

 

Seguimos con Hegel. Por otro lado el amo está sumergido en el pleno goce, es decir, está en la ligereza total. Su relación con la realidad está mediada por lo que hace el esclavo: no carga más bien cargan por él –el Sr. Sacal quería que el “gato” cargara con el oficio de mecánico-. El goce diario provoca el efecto de la flotación en el limbo. El exceso de la levedad hace que cualquier María Antonieta en cualquier parte de México vocifere: “si los pobres tienen hambre pues que coman pasteles”. Hace que la realidad no se experimente como tal, más bien se vive como en un mundo de sueños –es el mundo pink-. Por tal tazón el capitalismo ha tenido éxito ya que ordena ensoñar todo lo que se pueda. Es la verdadera fábrica del soñar despierto.

 

Lo paradójico es que esa ligereza es parte esencial de la armazón de la realidad porque ayuda a que nuestra estancia en la mundo tenga sentido. Hay que ser más incisivos para que se entienda totalmente la oración “para que nuestra estancia en el mundo tenga sentido”. Es necesario navegar con la cartografía del mundo social en la vida cotidiana, transitar lo mundano por ordinario para tapar el horror de nuestra modalidad inevitable: ser-para-la muerte. Heidegger en Ser y Tiempo nos dice que el estar distraídos en los pequeños detalles de la vida en común -en el ser con los otros- nos distrae para evitar despertar ante el horror de la conciencia de muerte. Por eso el “uno mismo” como lo inauténtico no es una posición negativa para Heidegger, no está apuntando de forma despectiva a la distracción mundana de las formas cotidianas, es más bien que lo distraído de lo cotidiano nos rescata de la obsesión por el horror ante la muerte. Y con ello no gritamos por aquí y por allá “el horror, el horror” como Kurtz en El corazón de las tinieblas de Conrad. Lo que quiero decir, a final de cuentas, es que lo ligero evita a que nos aplaste la realidad, la cual tiende inevitablemente hacia lo pesado, hacia lo más pesado que cualquiera puede cargar, su propio transitar a la muerte.

 

Lo innovador de Kundera es que el personaje de Sabina en su estancia en los Estados Unidos sufre por su exceso de levedad, no por el exceso de pesadez –eso sería más bien en algún personaje al estilo Job-. Y es que ella al decidir alejarse de Franz, su amante,  sufre el sentimiento incómodo de la volatilidad. Flota y eso le provoca náuseas. Aquí podemos comprender que una atadura emocional, sea la que sea, es necesaria para provocar el efecto de gravedad y, con ello, el efecto de lo normal, de lo cotidiano. La ligereza de Sabina va más allá que la del amo del Hegel. Simplemente hay ausencia de la repetición de lo cotidiano. Lo único que pesa son los recuerdos de la memoria, pero este peculiar peso no sujeta en un punto de referencia al sujeto, más bien le distorsiona la densidad de la realidad. La vuelve más leve. Y Sabina flota con ello…